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Dossier Julio Cortázar

Cortázar y el libro

Durante toda su vida, el autor de Bestiario combatió contra los contenidos anquilosados de la literatura. Pero también propuso una fresca renovación desde las formas básicas de la lectura. De ese desafío lanzado con fiereza hacia el lector se refiere este artículo.

No creo haber leído todos los textos de Cortázar. Menos aún, todo lo que abundante y a veces desmedidamente se ha escrito sobre él. Por eso, no sería raro encontrar que alguien antes de hoy haya tratado este tema, pero me amparo en mi ignorancia, que es siempre un buen pabellón de país neutral. Trataré de hablar, pues, de sus relaciones con el libro, con el objeto que desde hace unos siglos se llama libro.

Me parece que la constante lucha de Cortázar por salirse de las formas, de los géneros, ese esfuerzo visible por transgredir las normas genéricas, los cánones literarios y las clasificaciones, está en la raíz de sus esfuerzos por superar otras ataduras, otros ceñidores, otros confines de la expresión, de la textualidad.

Es por eso que desde hace tiempo vengo pensando en las maneras cortazarianas de combatir el objeto heredado, limitado, cerrado, que para él fue el libro. Un combate, más que contra los saberes que éste vehiculiza, contra los hábitos de lectura que fue engendrando desde la época en que no tan bárbaros sajones como los que vinieron después, dueños de una adelantada metalurgia, la adaptaron a la letra, haciéndola llegar hasta el siglo XX, lo que llevó a Cortázar a pensar y a hacer decir en Rayuela a uno de los personajes, acerca de Morelli "...le revienta la novela rollo chino. El libro que se lee del principio al final como un niño bueno. Ya te habrás fijado que cada vez le preocupa menos la ligazón de las partes, aquello de que una palabra trae la otra..." (Cap. 99).

Hábitos contra los que tantas críticas dirigió, teóricas y fundamentalmente prácticas en sus textos, cuando, desde los primeros años, trataba de trascender las clasificaciones. Intentos que, de un modo oscilante, tampoco sistemático, se verifican en libros iniciales, como el poema dramático Los reyes, y en los ataques al modo de lectura clasista que supone un cuento como "Continuidad de los parques", llegando hasta lo abundantemente dicho pero sin duda también textualizado en Rayuela, su famoso "Tablero de dirección", sus morellianas, su construcción toda.

Los orígenes biográficos de esta visión podrían hallarse en los primeros contactos con los libros, intensos, llevados hasta el agotamiento, y acaso en aquella precoz amistad con El tesoro de la juventud, una obra, por lo que recuerdo, fragmentaria, de informaciones, de imágenes, de relatos, de vaivenes, enciclopédica; inmune, por su conformación misma, a toda lectura "corrida".

Los orígenes ideológicos, probablemente, en Rimbaud y especialmente en Mallarmé, quien, más de medio siglo antes, sostenía: "...un libro, simplemente, en muchos tomos, un libro que sea un libro, arquitectónico y premeditado, y no una colección de inspiraciones al azar, así sean maravillosas... Iré más lejos, diré: el Libro persuadido de que en el fondo no hay más que uno, intentado sin saberlo por quienquiera haya escrito, incluso los Genios. La explicación órfica de la Tierra, que es el único deber del poeta y el juego literario por excelencia: porque el ritmo mismo del libro entonces impersonal y viviente, hasta en su paginación, se yuxtapone con las ecuaciones de ese sueño..." (1) (Herencia o añoranza de aquél imaginado por Pascal, el de la "harta diferencia entre un libro que hace un particular y lanza al pueblo, y el que hace el pueblo mismo" (Pensées))...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada nº61- Agosto 2007)

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Autor

Mario Goloboff