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Nuestra América

Julio Ramón Ribeyro (2º parte)

Escritor de culto en su país, hoy la crítica lo reconoce unánimemente como uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos. Julio Ramón Ribeyro es uno de los grandes representantes de la narrativa peruana surgida a partir de los años cincuenta.

"Al escribir trato de narrar algo de lo cual he sido testigo real o imaginario, algo que ocurrió en mi contorno o que inventé pero que me impresionó y que me parece que da una versión subjetiva, tal vez parcial, pero nunca falsa, de mi realidad, realidad generalmente sombría o inaceptable, que yo trato de imponer a mis lectores, apasionadamente, para comunicarme con ellos y hacerles compartir mis predilecciones y mis odios."

Julio Ramón Ribeyro, La tentación del fracaso II.


Diario personal (1960-1974).

París, mayo de 1971. En una bella tarde de primavera, Julio Ramón Ribeyro, apoyado en la baranda del balcón de su departamento en la place Falguiére, observaba el reverdecimiento de los árboles. Mientras dejaba caer otra colilla sobre la vereda de la plaza desierta, oteaba el horizonte e ideaba historias para sus próximos cuentos. Después de la jornada periodística en la agencia France-Presse, por las tardes se concentraba en su labor creadora. Para poder escribir, requería de su espacio habitual de trabajo, en el que siempre había cigarrillos, vino tinto y un cómodo sillón. Durante tres o cuatro horas diarias, las teclas de la máquina de escribir no cesaban de sonar en aquel departamento atestado de libros y folios. Fue aquella una época fecunda de su trabajo narrativo.

Por entonces, el escritor había formado una familia. En 1966, se casó con la peruana Alida Cordero, con quien tuvo a su único descendiente: Julio.

Viviendo su autoexilio por más de diez años (viajaba a Lima esporádicamente), seguía vinculado espiritualmente con su patria. De continuo se informaba de lo que allí acontecía e inquiría sobre la vida literaria limeña. Su íntima ligazón con el Perú se expresa en su obra, que, habiendo sido escrita en Europa -casi en su totalidad-, se ambienta en escenarios peruanos.

En 1972 fue nombrado consejero cultural de la Delegación Peruana ante la UNESCO. Tal puesto oficial le procuraba los suficientes ingresos que le permitieron llevar una vida sin sobresaltos económicos. Esta actividad, además, le otorgaba tiempo de ocio creativo.

Habitualmente, Ribeyro se reunía con su círculo íntimo de amigos, integrado sobre todo por pintores. Frecuentaba a Julio Cortázar, que fue el único escritor célebre residente en París de quien se hizo amigo (Ribeyro recordaba a Cortázar como "un hombre muy cordial y sencillo; muy amable, sobre todo, con los escritores jóvenes", y recordaba que, con sus amigos, casi no hablaba de literatura, sino del tango y de la buena comida). Además, departía con jóvenes compatriotas intelectuales que vivían o estaban de paso por París, a quienes les brindó su amistad y orientación. Uno de ellos fue el escritor Alfredo Bryce Echenique, con quien llegaría a cultivar una amistad entrañable (en algunas de las novelas de Bryce, Ribeyro figura como personaje).

A fines de 1972, la salud de Ribeyro se vio seriamente afectada por el cáncer, dolencia que lo llevó a someterse a dos cirugías. En su diario escrito entre 1973 y 1975 se pueden encontrar varias referencias a sus padecimientos físicos.


La Palabra del Mudo

En tanto que los libros de Ribeyro venían publicándose en otros idiomas, las limitaciones del mercado editorial peruano, hacían de Ribeyro un autor poco leído en su propio país. Fue gracias al editor Carlos Milla Batres que las obras de nuestro escritor volverían a ver la luz en los años setenta. La reunión de los cuentos escritos entre 1952 y 1972, contenidos en cuatro libros publicados (Los gallinazos sin plumas, Cuentos de circunstancias, Las botellas y los hombres y Tres historias sublevantes) y dos inéditos (Los cautivos y El próximo mes me nivelo) aparecieron en Lima en dos tomos bajo el título general de La palabra del mudo.

En una carta del autor al editor, fechada el 15 de febrero de 1973, Ribeyro escribía: "¿Por qué LA PALABRA DEL MUDO? Porque en la mayoría de mis cuentos se expresan aquellos que en la vida están privados de la palabra, los marginados, los olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz. Yo les he restituido este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias."

Alguien interpretó el título como una referencia al propio Ribeyro, hombre parco y reservado, que eludía las entrevistas y evitaba hablar de sí mismo, debido a su proverbial timidez, a su desinterés por la figuración y al celo por preservar su intimidad.

La publicación de La palabra del mudo fue uno de los sucesos editoriales de 1973.


Otras publicaciones

A este título siguió la reedición de Los geniecillos dominicales, Crónica de San Gabriel y la publicación, en 1976, de su tercera novela: Cambio de guardia. Este libro, escrito entre 1964 y 1966, se mantuvo inédito porque la coyuntura política no había favorecido su publicación. A través de la yuxtaposición de secuencias, la novela narra un conjunto de situaciones que se reflejaban en la historia contemporánea del Perú, tales como la dictadura militar y la corrupción política. En ésta se muestra cómo las decisiones de quienes detentan el poder afectan de manera radical la vida del habitante común. Según lo declaró su autor en una conferencia sustentada en Lima en 1984, dicha novela se estructuró sobre la base de tres ideas: el azar, la imbricación entre los personajes y la imposibilidad de descubrir la verdad.

También su producción teatral fue reunida en un volumen publicado en 1975.

Al año siguiente, el conjunto de sus ensayos y artículos de crítica literaria que destinó para su publicación en periódicos y revistas, se editó en un libro intitulado La caza sutil.

El 20 de diciembre de 1975, Ribeyro anotaba en su diario: "Yo establezco una diferencia muy nítida entre escribir y publicar. Escribir es para mí un asunto personal, una tarea que me impongo porque me agrada o me distrae o me ayuda a seguir viviendo. Publicar, en cambio, es un fenómeno diferente, una gestión que encomiendo a otra parte de mi ser, al administrador, bueno o malo, que todos tenemos dentro. El autor se desentiende de lo que hace el administrador, el cual generalmente considera a la obra como una mercancía y la vende a quien sea para equilibrar el presupuesto doméstico. De este modo puedo decir sin contradecirme que escribo porque me gusta y publico para ganar dinero. Lo que no impide reconocer que no me gusta todo lo que he escrito y al cabo de veinte años de publicar he ganado sumas irrisorias que el decoro me impide precisar".


Prosas apátridas

Uno de los libros más celebrados de Ribeyro, singular tanto por su contenido y forma, cuanto por su destino editorial, es Prosas apátridas. Publicado en Barcelona en 1975, "se trata de textos que no se ajustan cabalmente a ningún género, pues no son poemas en prosa, ni páginas de un diario íntimo, ni apuntes destinados a un posterior desarrollo", escribió su autor. De ahí la designación de "apátridas", en razón de que "carecen de un territorio literario propio". Originalmente fueron 89 prosas; en la segunda edición se ampliaron a 150, alcanzando en las últimas ediciones 200 textos.

Muchas de estas prosas surgieron de las anotaciones de su diario íntimo. En aquéllas reflexionó, con sabiduría, agudeza y escepticismo, sobre diversos motivos (la literatura, la amistad, la niñez, la vejez, la historia, escenas de la vida cotidiana, etcétera), aspecto que da a esta obra un carácter misceláneo. Prosas apátridas, que bien puede considerarse como el autorretrato espiritual de Ribeyro, es de todos sus libros el que más ediciones ha alcanzado.


Silvio y la clave de la vida

En 1977, se publicó en Lima el tercer tomo de La palabra del mudo, compuesto por el libro Silvio en El Rosedal, que integran trece cuentos. Esta creación puso de manifiesto la madurez literaria de Ribeyro. El relato que da título al libro tiene por protagonista a Silvio Lombardi, hijo de inmigrantes italianos, quien hereda de su padre una hacienda en la sierra peruana. Silvio tenía vocación musical, pero la hubo de sacrificar por encargarse del negocio familiar. Instalado en su nueva propiedad y disfrutando de la belleza del paisaje rural, distingue en el rosedal (que daba nombre a la hacienda), en la disposición de las rosas, una figura geométrica, en la que cree descubrir un mensaje oculto, que busca descifrar de manera obsesiva. Este relato, que tiene por motivo el enigma de la vida y la búsqueda existencial, es uno de los más emblemáticos y también uno de los favoritos de este narrador.


Nuevas ediciones

En 1983, se publicó en España, por primera vez, una antología de sus cuentos. La selección, preparada por el autor, llevó el título de La juventud en la otra ribera, y apareció bajo el sello editorial de Argos Vergara. Ese mismo año, Tusquets Editores, que había dado a conocer Prosas apátridas, publicó Crónica de San Gabriel y Los geniecillos dominicales. Con ello, las obras del escritor peruano conquistaron a una legión de lectores en la Península y en otros países de Hispanoamérica.

De otro lado, nuestro personaje recibió en 1983 el Premio Nacional de Literatura, y tres más tarde, por sus aportaciones a la cultura nacional, fue condecorado por el Gobierno con la máxima distinción oficial: la Orden "El Sol del Perú".

Diez años después de la publicación de su último libro en Lima, vio la luz Sólo para fumadores, conformado por siete relatos. El primer cuento que le da título, de tono autobiográfico, narra la relación estrecha que a lo largo de su vida tuvo con el cigarrillo, que asociaba al acto de escribir.

Dichos de Luder fue el pequeño libro de carácter aforístico, publicado en 1989, donde Ribeyro a través de las sentencias de Luder -su alter ego- manifiesta su inveterado escepticismo...

Comentarios

Autor

Gabriel García Higueras, desde Perú