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Entre líneas

Un corazón en Pakistán

Un Contingente de médicos cubanos trabajó durante siete meses ayudando a las víctimas del terremoto en Pakistán, dejando una lección de solidaridad y cariño a un pueblo devastado por la tragedia. Aquí, una mirada a un gesto ejemplar y una entrevista exclusiva al corresponsal del diario Granma desde las montañas pakistaníes.

El l 8 de octubre de 2005 un terremoto de 7,6 grados de magnitud en la escala Richter devastó el norte de la geografía pakistaní. Las imágenes de la tragedia recorrieron el mundo por algunos días: 70 mil muertos, alrededor de 100 mil heridos, más de 3 millones de personas sin hogar, pueblos sepultados, sobrevivientes sin alimentos ni atención médica. El drama del pueblo de Pakistán fue objetivo para los medios que, por un efímero instante, detuvieron su mirada en las nevadas laderas del Himalaya. Pero a los pocos días, la tragedia se esfumó de la agenda de las agencias de noticias.

De todos modos, no todos eligieron ignorar aquellas imágenes desgarradoras: el gobierno cubano actuó con celeridad y dispuso el traslado a Islamabad del recién conformado Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias "Henry Reeve", una brigada de 2.500 especialistas en Medicina Integral, enfermeros, tecnólogos de la salud y jóvenes egresados de la Escuela de Ciencias Médicas, creado en septiembre de 2005 para auxiliar a las víctimas del huracán Katrina en Nueva Orleáns. Pese a la negativa del gobierno de George Bush de aceptar la ayuda médica incondicional de Cuba, el contingente quedó disponible para ofrecer su aporte solidario en otro rincón del planeta. La catástrofe en Pakistán puso en marcha el proyecto internacionalista de lo médicos cubanos.

Apenas una semana después del terremoto, la vanguardia del "Henry Reeve" (bautizado así en honor a un legendario estadounidense que cayó en combate durante la guerra por la independencia de Cuba en 1876) ya estaba en las montañas del norte pakistaní, en la frontera con China, organizando la instalación de 32 hospitales móviles y ultimando detalles para el arribo de los especialistas.

El trabajo de los médicos cubanos en aquella región sólo puede ser calificado como épico. En mitad de un invierno feroz, complicados por las barreras del idioma y la cultura, sorprendidos cada tanto por temblores, de frente a niños mutilados y a patologías inexistentes en Cuba como la desnutrición infantil; la asistencia médica a los sobrevivientes de la tragedia no se interrumpió jamás: de hecho, para marzo de 2006, el 73% de los damnificados por el terremoto (más de un millón de pacientes) recibió asistencia del contingente cubano y se realizaron más de 10 mil cirugías de alta complejidad.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº50-Julio 2006)

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Entrevista con Juvenal Balán Neyra,

corresponsal de Granma desde Pakistán.

"Hacer periodismo en una causa tan noble, engrandece"

Pasaron varios días de incertidumbre hasta que logramos recuperar la comunicación con Juvenal Balán Neyra, fotoperiodista del diario cubano Granma, enviado especial a Pakistán para cubrir la misión médica. Por suerte, para mediados de mayo, Juvenal volvió a comunicarse con Sudestada para relatar las vivencias de los cubanos en las montañas del Himalaya.

¿Qué te aportó a nivel humano la experiencia de cubrir la misión de médicos cubanos en Pakistán?

Tener esta oportunidad me ha formado más como hombre y como revolucionario. Estar más orgulloso de la Revolución que nos ha formado.

Nuestra ayuda en Pakistán no tiene precedente. En esta misión se han fundido varias generaciones de médicos, los hay especialistas de distintos grados, profesores y recién graduados, quienes de verdad se han graduado con mayúsculas en estas tierras.

Conocer a médicos que han estado en el Tsunami y en Pakistán, además de otras misiones, así como quienes han tendido sus manos para dar su sangre en los momentos imprescindibles, experimentar junto a ellos emociones, alegrías y tristezas, en el terreno y salones de operaciones, sin duda, nos permite aquilatar el valor humano que se ha formado en nuestra Patria y la riqueza que tiene la Revolución en sus hijos. Los héroes están en los hospitales, policlínicos o consultorios, quizás sean nuestros propios vecinos y no reciben nada a cambio. No vinieron en busca de gloria, sólo se llevan el amor de un pueblo agradecido. Es sin duda una muestra de solidaridad internacional de gran valor humano.

Trabajaste como corresponsal en varias oportunidades, ¿qué diferencias encontrás en este viaje a Pakistán con referencia a los anteriores?

Por mi labor he estado en varias coberturas internacionales: cumbres, visitas oficiales de Jefe de Estado, como corresponsal de guerra; en el Tsunami, pero esta de Pakistán no tiene precedente. No es lo mismo estar de cuello y corbata reportando un evento que estar en las montañas del Himalaya, sintiendo a diario las réplicas del terremoto y estando, junto a nuestros médicos, durmiendo en el suelo con lo imprescindible, debajo de una tienda de campaña y en las regiones más afectadas.

El Tsunami fue otro golpe duro de la naturaleza en esta región de Asia, tuve la oportunidad de estar en Sri Lanka e Indonesia. Nuestros médicos en composición de Brigadas de emergencias estuvieron ayudando por cerca de un mes y medio. Ahora en Pakistán la ayuda comenzó con un primer grupo que llegó dispuesto a todo, pero a medida que las consecuencias se iban conociendo, Cuba aumentó el número de profesionales de bata blanca y los hospitales de campaña en toda la geografía norte pakistaní. Cerca de la mitad de los colaboradores eran mujeres, quienes mochilas al hombro cargadas de medicamentos, caminaban varios kilómetros para luchar contra el dolor y la muerte en las regiones de difícil acceso. Al principio para muchos pakistaníes e incluso para militares, esto era un hecho increíble.

Nuestros médicos y paramédicos fueron acompañantes seguros de las víctimas del terremoto durante el crudo invierno en regiones tan elevadas e inhóspitas como Banna Allai, Yaret, Kahuta, Abbaspur y otras. La nieve no fue un obstáculo para mantener la vitalidad del servicio de salud tanto en los hospitales de campaña como en el terreno.

En las otras coberturas internacionales he tenido tiempo para prepararme para las mismas, tanto desde el punto de vista personal como profesional. En esta el tiempo fue mínimo. Me acosté pasada la media noche en La Habana y una llamada telefónica me puso en el aeropuerto en un par de horas. Más de 20 horas de vuelo hasta Pakistán y ya cumplí siete meses en esta hermosa cobertura testimoniando con mis imágenes y textos la humana labor de los hombres del Contingente Internacional Henry Reeve que a más de 13 mil kilómetros de sus familias, han trabajado con bondad y amor, ayudando a un pueblo agradecido.

¿Qué te sorprendió de las vivencias con los médicos de la misión?

Un aspecto de esta misión que me ha sorprendido es la manera en que se han integrado los colectivos de los hospitales integrales de campaña cubanos, donde hay médicos recién graduados que están cogiendo su mayoría de edad profesional en estas tierras ayudando al necesitado, así como otros más experimentados, especialistas, profesores titulares que todos están unidos por un mismo fin: luchar contra el dolor y la muerte, demostrando que un mundo mejor es posible.

Me ha conmovido ver a estos hombres y mujeres crecerse ante las dificultades, asumir ellos mismos los montajes y repliegues de las casas de campaña de los hospitales, aprender un glosario de palabras en Urdu y Pastu para entenderse con los pacientes, brindar, cuando ha sido necesario, hasta su propia sangre por salvar una vida. Ver mi bandera hondear flamante en lo alto del Himalaya a pesar de la nieve, identificando la presencia de los médicos cubanos. La hermandad creada en los colectivos, así como la amistad y los sentimientos que se han formado entre cubanos médicos y pakistaníes pacientes. La huella es muy grande, para uno y otros.

¿Cómo son los ratos libres para los médicos de la expedición cubana?

A medida que fue transcurriendo el tiempo las condiciones de vida fueron mejorando. En un inicio vimos a un médico-poeta hacer con sus propias manos, un juego de dominó rústico con su mesa, para el esparcimiento del colectivo. Después vinieron los televisores y las computadoras con acceso a Internet, para la comunicación con los familiares. Los fines de semana en los campamentos se organizaban actividades recreativas donde los galenos participaban en concursos del saber, competencias de bailes, muchos se desdoblaron como verdaderos actores humorísticos, y como bebidas disfrutaban de jugos, refrescos y en época de frío, de un caliente chocolatín. Hubo quien enseñó a jugar béisbol a los pakistaníes y organizaron encuentros deportivos, jugaron voleibol, otros intentaron aprender el críquet.

¿Qué anécdotas te vienen a la memoria como síntesis de esa experiencia?

La doctora recién graduada Kirenia Nijares Gorgoy, cuando iban para Banna Allai, hicieron un alto en el hospital de campaña de Takot. Allí quiso hacerse una foto en grupo con una niña, junto a una casa destruida. Pasados unos minutos la misma niña le insistía, halándola por la manga del abrigo, a que la acompañara detrás del muro hasta una tienda de campaña del campamento de refugiados. Ella le dijo que no, por tener miedo a separarse del grupo de cubanos. La niña se marchó con su carita triste y a los diez minutos trajo a su hermano pequeño, apoyado en unas muletas, quien tenía uno de sus miembros amputados por la secuela del terremoto. Era como si quería que la joven doctora le devolviera una nueva pierna a su hermanito.

El tiempo transcurrió, Kirenia subió las elevadas montañas del Himalaya y después de cinco meses por esos intrincados lugares, al concluir su misión conoció que Pervez, el mismo niño que su hermanita le enseñó, recibió un tratamiento de rehabilitación y fisioterapia en el hospital de campaña de Takot, fue en compañía de su padre y junto a otro grupo de víctimas del terremoto a Cuba, donde estuvo atendido en el hospital Ameijeiras y regresó a Pakistán con una prótesis nueva y ya anda por su Takot natal caminando sin muletas.

Recuerdo también que el último día de los médicos en el hospital integral de campaña de Banna Allai, cuando todos estaban en función de la recogida y de la entrega de los recursos y medios a los especialistas pakistaníes quienes recibieron la donación del hospital; llegó una niña llorando por el fuerte dolor de una fractura del brazo izquierdo. Esa niña se mantenía diariamente en el campamento, ayudando en la consulta de mujeres, sirviendo de facilitadora en la comunicación, traduciendo del inglés al Urdu, y conocía a todos por su nombre. Su problema fue un fuerte golpe para todos. Las mujeres la rodearon y con una bondad surgida de muy adentro del corazón, con lágrimas en los ojos estuvieron a su lado hasta llevarla al salón para que el ortopédico hiciera su parte. Fue la última paciente, pero quedó atendida con un alto grado de profesionalidad y con todos los recursos necesarios de primera generación como los que pudiera existir en cualquier hospital de una gran ciudad.

¿Qué sensaciones te genera observar el trabajo de compatriotas tuyos en un lugar tan alejado?

He tenido la oportunidad de ver a mis compatriotas ejercer sus funciones en ayuda internacional a otros pueblos. Los he visto empuñar un arma en África para ayudar a liberar a los pueblos del yugo colonial, así como luchando contra la muerte, en condiciones adversas poniendo muy en alto el nombre de la medicina cubana. Cuando esto sucede, podemos ver cómo con el acontecer diario vamos siendo mejores hombres y mujeres, y a su vez nos vamos correspondiendo con nuestra propia historia cargada de ejemplos de internacionalismo. En el caso mío muy particular, tener esta oportunidad me hace sentir orgulloso de haber nacido en la tierra de Martí y de Fidel, de abrazar las ideas de la Revolución en que me he formado y de ser un humilde testimoniante de las heroicidades de estos hombres y mujeres que no cejan en su empeño de ayudar a quien lo necesite en cualquier parte del mundo, sin importar distancia, credo, ni razas. Sin duda me siento orgulloso de ser cubano y de mi Cuba. Hacer periodismo en una causa tan noble, engrandece.

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Autor

Hugo Montero