Buscar

Editorial

Mesa de saldos

Qué extraño es todo aquí. Uno ingresa al vanidoso y minúsculo universo de la cultura con pies de seda, como pidiendo permiso, y se encuentra con una galería interminable de mediocridad, ignorancia y estupidez que tapizan las paredes de la sala de forma total.

No hace falta buscar para encontrar grandes exponentes de estas modernas teorías que tienen a la cultura como epicentro y a la imbecilidad como motor: uno puede prender la radio y escuchar que desde las altas esferas del gobierno se promueve que "la cultura vaya a los barrios", a través de una pomposa carpa intinerante. "La cultura va a los barrios"..., ¿y en los barrios, no había cultura?, ¿tienen que esperar la carpa para saber qué es cultura?, ¿a dónde van los pibes que estudian música en ese barrio, que escriben, que dibujan? ¿se meten en otra carpa y se marchan con su subsidio en el bolsillo hacia otros barrios de salvajes desculturizados? Quién sabe, lo cierto es que por suerte, quizás en algunos años, la cultura oficial se acuerde de nosotros y nos venga a visitar y a llenar los ojos de toda esa magia que tiene el arte, la belleza y el espectáculo. Ojalá sea pronto. Uno sigue su recorrido por la galería infecta y se topa con un título a toda página: "Desde hoy, la cultura tiene su revista: Ñ". ¿Desde hoy? ¿y antes, no había revistas culturales o ess no servían, eran todos pasquines, y ahora empezamos bien, de cero? Parece que el grupo Clarín se percató que la cultura es un buen negocio par vender publicidades y armó un muy moderno suplemento, con la línea ideológica que viene pegando hace rato: textos breves y sin sustancia par ael lector cansado que no lee (eso dicen, en serio); apostillas breves, recuadros breves y críticas breves; noticias de la interna de los vendedores de best-sellers (¿Stephen King o Isabel Allende?), entrevistas de bolsillo con menos profundidad que un plato, y mucha, mucha publicidad.

No se trata, y vale aclarar, de criticar a los profesionales que allí se desempeñan; uno sospecha que comparten la misma indignación y que están insertos en una maquinaria comercial que los limita por todos lados.

Se trata de observar cómo nos venden la nada todos los días, y lo hacen no desde la televisión sino desde el supuestamente mundo elitísta de la cultura. Unos, con su "fundadora" revista cultural. Otros, con sus novedosas maneras de gastar dinero público. Ninguno capaz de detenerse a observar, a analizar el producto que generan con el mínimo de seriedad que cualquier lector les reclama para mejorar, para entender, para disfrutar. Parece que dentro de la carpa tienen encerrada a la cultura, venga a verla señora. Traiga a sus pibes. Está ahí, en la jaula, medio sucia y con frío, mal vestida, pero los cuidadores cobran muy bien y se la muestran por unos pesos.

Y tiene que venir, no me va a decir que no le interesa la cultura ¿no? No sea como la bruta de la vecina que se queda viendo la novela, usted tiene que aprovechar y venirse a ver cultura. Aproveche la oferta, y si se aburre, después se compra un pancho y una novela de autoayuda y ya tiene todo solucionado. Después va y se lo cuenta a sus amigos.

Comentarios

Sudestada
Autor

Sudestada

El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.