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El último lector. Entrevista con Luciana Strauss

“Me interesa darle lugar al delirio”

Hay una nueva literatura que crece desde el pie, sin demasiado ruido. Es el caso de Luciana Strauss y su novela El ente. Mixtura entre narrativa fantástica con tintes realistas, la autora propone abrir una puerta a un modo diferente de contar.

En la última edición de la feria de editores que se hizo en el Centro Cultural Konex, entre todos los libros con los que armé el botín de adquisiciones, apareció una novela inquietante. No fue ni la contratapa ni el arte de tapa (por cierto muy bueno) lo que llamó mi atención, el disparador fue el título del libro: El ente. Qué hay acá y quién está detrás de esto fue lo primero que se me vino a la cabeza. Resulta que el sello que publicó es Alto Pogo y la autora se llama Luciana Strauss. Anónima en el palo de la literatura. No salió en ningún lado, nadie la mencionó. Buen indicio. No tiene lobby.

Strauss viene del mundo de la academia. Descree de las fronteras rígidas entre los géneros y las disciplinas. Es coordinadora académica y docente del Taller de Redacción de la carrera de Sociología en la sede de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) que funciona en el Complejo Penitenciario Conurbano Norte, en la localidad de José León Suárez. Hasta esta novela (su ópera prima), lo que ella acostumbraba a publicar eran ensayos y todo tipo de artículos académicos. Hoy ya se puede decir que un nuevo nombre golpea las puertas de la narrativa. Por lo bajo y sin pirotecnia, detrás de El ente hay una historia bien contada, que entretiene y muestra personajes con vínculos, muchas veces, intrincados y otras veces más pasionales.

"El ente es una novela de aventuras y a la vez una novela sobre la búsqueda del amor, una novela sobre las relaciones de poder y una novela sobre el trabajo en el estado, novela sociológica, novela realista, novela maravillosa, novela fantástica. Cualquiera de estas afirmaciones sería correcta y cualquiera errónea al mismo tiempo", dice acertadamente Marcelo Guerrieri en la contratapa.

–¿Cómo fue el proceso de mutar por un rato de la escritura académica a la narrativa?

–No fue algo premeditado. Se conjugó que hace tiempo venía sintiendo que la escritura académica me encorsetaba y no me permitía trabajar con ciertos recursos que me interesaban, como el humor. El ente surgió en este momento. Primero fueron unas notas desordenadas basadas en mi experiencia de transitar un ente estatal y poco a poco, en parte gracias al trabajo que empecé a desarrollar en el taller de Marcelo Guerrieri, esas notas fueron tomando forma en capítulos de una novela.

–¿Con qué libertades te encontraste?

–Me encontré que podía narrar con humor e ironía, algo que no hubiera sido posible, por ejemplo, en un artículo científico. También poder darle lugar al delirio, hay veces que, como dice Cortázar, la realidad se enrarece tanto que el realismo no alcanza para narrar.

–El ente, haciendo un poco de analogía con la ciencia ficción, parece ser un monstruo con el que hay que terminar. Burocracia, roscas de poder. ¿Qué hay de eso?

–El monstruo en El ente es producto de los vínculos humanos entre las personas que lo habitan. Son las pequeñas negociaciones, la rosca, las relaciones de poder entre seres de carne y hueso las que construyen al monstruo. El monstruo es la paranoia que genera que los personajes estén todo el tiempo pendientes de lo que hacen sus compañerxs. La burocracia en este caso tiene una lógica más personal que impersonal. No se trata en este sentido de una burocracia kafkiana, que podríamos encontrar en el Estado alemán...


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Autor

Gustavo Grazioli