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Entrevista con Javier Matías

“Los nietos vamos a seguir con esta lucha”

Javier es el nieto número 130. Las Abuelas de Plaza de Mayo lo recuperaron después de que él mismo se acercara con una duda sobre su identidad. En esta entrevista con Sudestada, Javier Matías acerca lo que sabe de su historia y la de su familia. En sus palabras se leen abrazos, sonrisas y lágrimas.

Cada nieta y nieto recuperado genera emociones muy grandes y fuertes, contagia lágrimas, abrazos, sonrisas y una esperanza de justicia que no baja los brazos, a pesar del tiempo que muchas veces se convierte en un gran embustero. Esta vez fue Javier Matías, el nieto Nº130. Se lo presentó en la Sede

de Abuelas, rodeado de esas hermosas luchadoras, de las más grandes de la historia mundial, de su compañera de vida, de amigos, periodistas, nietos y nietas, Madres y de su tío, quien lo buscó durante más de 30 años, sin perder jamás la ilusión de poder un día mirarlo a los ojos.

Sudestada se acercó a Javier Matías y, en medio de una charla amena, contó sobre su vida: la de su mamá y su papá. Habló de sus sentimientos, su historia, su visión de la realidad y dejó un mensaje como sociedad, con el rol que hoy toma en responsabilidad con una lucha que ya, antes de conocer su verdadera identidad, le era propia.

-¿Cómo fue el paso hasta llegar a recuperar tu identidad?

-Poder ubicar a los nietos es un trabajo más complicado, detectivesco por así decirlo, tanto de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) como de Abuelas de Plaza de Mayo. Mi caso fue distinto porque desde que tengo uso de razón tengo conciencia de que soy un hijo adoptivo. No me crié en una familia de apropiadores que me hayan mentido, ni tampoco con una familia militar. Cuando tenía entre 20 y 25 años, que es cuando voy tomando un poco de conciencia histórica y social sobre lo que fue la dictadura cívico militar y el terrorismo de estado, y sabiendo que había nacido en 1977, empezaron las dudas: tal vez podía llegar a ser uno de los nietos que estaban buscando. En el 2000 conocí a mi compañera de vida y fueron ella y muchos amigos los que me incitaron a ir a Abuelas para sacarme las dudas de mi propia identidad. Recuerdo que desde la organización habían armado una campaña de difusión muy fuerte que se veía en los subtes, trenes, colectivos, en las canchas y recitales. Además, mi manera de pensar era consecuente con los ideales de los jóvenes militantes de esos años. Fue en 2005 o 2006 que decidí por todas estas cosas presentarme a la Sede de Abuelas de Córdoba y dejar la muestra de ADN. Pero lo que más me llevó a acercarme fue tomar conciencia de que podía haber personas buscándome desde hace 30 años. Desde mi postura, desde mi estado de confort, desde mi egoísmo, sentía que no me iba a cambiar nada. Sabía que era alta la probabilidad de que mis padres fueran víctimas del terrorismo de Estado. Y darme cuenta de que del otro lado podía estar buscándome un hermano, un tío, una abuela o abuelo me empujó para llevar esa muestra.

Siempre sentí una certeza interior de que podía ser uno de los nietos: desde el inconsciente, desde un plano espiritual. No sé bien de dónde, pero lo sabía. Por lo tanto, la confirmación y la restitución de mi identidad, no vino a romper un esquema de vida, una personalidad; ni siquiera una visión del mundo, sino que llegó para reafirmar algo que yo sospechaba y pensé durante mucho tiempo...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

Jorge Ezequiel Rodríguez