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Charla con Ezequiel Fernández Moores

"Entiendo mucho a la gente que odia al periodismo"

Talentoso cronista del periodismo deportivo, Ezequiel Fernández Moores aporta desde hace muchos años una mirada diferente sobre el deporte como fenómeno popular. Poniendo la lupa en el negocio detrás del juego, apuntando a las historias de vida detrás de cada épica deportiva, el autor de Díganme Ringo ofrece, en esta entrevista, su opinión sobre el presente del periodismo argentino.

Desde hace mucho tiempo el periodismo deportivo parece estar condenado a la pérdida de confianza constante por su falta de seriedad y por, muchas veces de forma intencionada, mudarse al mismo barrio que el periodismo chimentero. Pese a esa avanzada de panelismo constante, hay algunos pilares que resisten y el edificio que con mucho empeño construyeron los Dante Panzeri y sus salieris, todavía no se derrumba. Uno de los que se resiste a abandonar la fachada es Ezequiel Fernández Moores (1957). Un periodista que desde la radio y la gráfica logró cimentar un discurso con voz propia, al cual nunca lograron convencer de acomodarse a los vientos de turno.
Fernández Moores, hace un tiempo largo que mantiene su exquisita columna en el diario La Nación y desde esa trinchera, por encima del medio al que responde, práctica una estética rara avis en la cual un hecho deportivo siempre trasciende esas barreras y el salto puede derivar a libros, películas o su posición sobre el aborto. "En el deporte encontré un espacio muy bueno para hablar de lo que quiero y como a mí me gusta", afirma.
El autor de Díganme Ringo –libro dedicado a la vida del boxeador Oscar Bonavena– fue becado en 1980 por la Universidad de Navarra para llevar adelante una tesis sobre el futuro de la prensa escrita. Pensar eso en aquella época por ahí podía sonar a un cuento de Ray Bradbury, pero se ve que a Fernández Moores no le importó y terminó por acertar que el futuro llegó hace rato.
–¿Cómo fue tu llegada a lo que hace mucho conocemos como periodismo deportivo?
– Estudié en el Círculo de la Prensa periodismo general y en uno de mis primeros laburos, un amigo me dice que en Télam necesitaban cronistas. Cuando un tipo de ahí me preguntó qué sabía hacer, le contesté que en deportes sabía que no iba a hacer cagadas. Jugaba muchos deportes y era consumidor de mucha lectura deportiva. La primera nota que me dieron fue la llegaba a Ezeiza de Carlos Reutemann. Venía de ganar un gran premio en Brasil. Al día siguiente me mandan a cubrir una práctica de River a Defensores de Belgrano y de ahí me mandan al club Municipalidad a buscar unos resultados de tenis y de casualidad me encuentro con una persona de Noticias Argentinas, todo esto más o menos a comienzos de 1978, y me pregunta si no quería hacer una prueba en NA. Le dije que sí pero sin saber muy bien lo que era y llamé a un profesor para preguntarle qué era NA. Le conté que me habían ofrecido una prueba ahí y enseguida me dijo que lo agarre sin pensar.
–En algunas entrevistas mencionás que tuviste algunas oportunidades de salir de la parte deportiva, pero te opusiste siempre a esa idea. ¿Por qué?
–En el deporte encontré un espacio muy bueno para hablar de lo que quiero y como a mí me gusta. Es un espacio que, cada vez más, me ofrece una gran cantidad de sujetos, hechos informativos y posibilidad de análisis. Es una mezcla que tiene a tiburones de la economía con cálculos políticos y a su vez está la emoción popular. Ese combo me atrae.
–Eso de la emoción popular parece formar de tu ADN a la hora de elegir qué vas a contar. Rápidamente se me viene a la cabeza aquel trabajo de principios de los noventa que hiciste sobre Oscar Ringo Bonavena.
–Lo de Ringo surgió por una idea que había de sacar una serie de personajes populares fallecidos de la vida argentina. Cuando me ofrecen la lista de esos personajes había como veinte jugadores de fútbol y estaba Ringo. En ese momento tenía una mirada muy crítica del boxeo. Me había ido al Borda a ver boxeadores NN que estaban mal, con cerebros dañados. Pero cuando me llegó ese momento pude acercarme desde otro lugar, a través de una mirada más amplia. Logré encontrar que había una expresión en el boxeo, una estética, un arte. Ringo me permitió meterme a full en el mundo del boxeo y hablar con gente muy cercana a ese universo.
–¿Qué pensás de aquellos que todavía siguen caracterizando al periodismo como el "cuarto poder"?
–La frase del cuarto poder me parece que refleja, como ninguna otra, la arrogancia por parte del periodismo y esa figura arrogante me produce una distancia enorme. Si alguna vez estuve tentado o cerca de eso, me corro de inmediato. Cuando veo esas actitudes entiendo mucho a la gente que odia al periodismo por esta impunidad para decir cualquier cosa y a veces demasiado groseramente según cómo sopla el viento y hablarlo todo con la misma seguridad. Es eso de estar hablando con un juez y saber más de leyes que el juez o estar hablando con un médico y saber más de medicina que el propio médico.
–¿Y cómo ves al periodismo actual respecto a su forma de interactuar en las redes y ese constante formateo para quedar como algo anacrónico?
–Hay algo del intercambio que es interesante y no lo quiero soslayar. Me pasó con la radio. Cuando en la radio decís algo y el oyente interviene también tiene algo de interesante. No podés decir boludeces porque te están escuchando y te marcan el error. No te podés creer impune. Lo que por ahí más me choca, en el tema de las redes, es el anonimato. Cuando tuve los primeros insultos de foristas en mis comienzos en La Nación, no entendía que me insultara alguien que no conocía ni sabía cómo se llamaba.
–Ahora entiendo por qué no estás en las redes sociales…
–Estoy teniendo debates con colegas que se mueven mucho en las redes sociales y lo que planteo es que si estando también ahí, no estamos invadiendo más espacios. Ya de por sí somos invasivos: estamos en la tele, en la radio, en la prensa y ahora también estamos en las redes sociales ¿No es mucho? Por qué no dejamos que otros hablen, por qué mostrarnos todo el tiempo. Por momentos me parece que juega el narcisismo y esa cosa de tienen que tener mi palabra sobre tal cosa... No sé, el mundo puede vivir sin tu palabra. Pero es algo que me pregunto, todavía no lo tengo claro.
Con la web lo que me pasa, más allá de mi distancia con la innovación tecnológica, es que siempre apareció como algo que iba a democratizar la palabra, pero me parece que lo que se da es una comunicación de tribus y entonces sigo consumiendo lo que quiero consumir. Es lo peligroso de esto. Necesito leer cosas que me incomoden y me parece que, en general, el consumo termina siendo muy afín. Brasil es el último caso más comprobado de cómo las redes sociales se han convertido en un territorio de caza y de manipulación...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

Gustavo Grazioli