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La izquierda y un cambio de época

Ya no nos callamos más

En los últimos meses, se multiplicaron las denuncias por abusos al interior de diversas organizaciones políticas y sociales de izquierda. Signos de un tiempo en que la militancia feminista va más allá de una línea de acción ocasional y se transforma en un modo de transitar la vida, un modo que pone en cuestión conductas naturalizadas en la práctica política de todos los días. Pero ya no hay margen para el silencio o la indiferencia. Ahora es el momento de revolucionar todo, incluso esas prácticas anquilosadas y nefastas.

1. Una mujer de rulos sostenía el micrófono en el centro de un patio de la Facultad de Trabajo Social de La Plata. La rodeaban decenas de chicas jóvenes y algunas de ellas esperaban su turno para hablar. Sentadas en el piso, abrazadas a sus rodillas, con las piernas cruzadas o de pie. Dejaron sus bicicletas estacionadas una al lado de la otra para escuchar con atención a quien se animara a sacar la voz. Así se las ve en la foto difundida en las redes sociales.
Ese 7 de noviembre, pasadas las tres de la tarde, más de cincuenta integrantes de la organización política Marcha Guevarista del Pueblo, de organizaciones aliadas y de la comunidad educativa platense se reunieron para dejar de callar. Improvisaron un acto, una asamblea de mujeres e identidades disidentes y dijeron cómo iban a seguir su lucha después de haber denunciado públicamente golpes, violaciones, abusos y acosos sexuales por parte de cinco varones que militaban con ellas en el espacio.
Julieta Contreras Bravo formó parte de la ronda esa tarde. Ella había sido la desencadenante, la primera que expuso a uno de ellos, Nuncio Ariel P., por abuso. Le llevó más de un año hablar de la violencia que había sufrido, pero se animó cuando vio que P. se había postulado como candidato a consejero superior en las elecciones universitarias de noviembre a través del Frente Laura Iglesias; integrado por las agrupación Insurrectos, la Corriente de Agrupaciones Universitarias Contra la Explotación (Cauce) y la juventud del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS).
"No puede ocupar ese lugar de poder con lo que me hizo", pensó la joven; dejó de lado el miedo y se preparó para ser juzgada o tildada de oportunista. "Voy a contar algo que me pasó hace un tiempo, porque desde ese momento hasta hoy sentí la necesidad de hacer algo, de hablar, de decir, de cuestionar", escribió al comienzo del descargo en su perfil de Facebook.



El comienzo
Cuando Julieta vivía con su familia en San Francisco Solano, una localidad bonaerense ubicada entre los partidos de Quilmes y Almirante Brown, estudiaba como podía arriba del tren o del colectivo. La facultad le quedaba lejos. Después de dos años de cursada, pensó que podía mudarse a La Plata con alguna amiga o amigo con quien compartir a medias los gastos de un departamento. Dos compañeros de Insurrectos, la agrupación en la que militaba, le ofrecieron vivir con ellos; y, como se llevaban bien, Julieta no lo dudó. Uno era Nuncio Ariel P. y el otro Joaquín S. Ella lo aseguró: durante un año no hubo problemas hasta que un día Nuncio Ariel P. intentó abusar de ella.
"Decidió que podía estar conmigo y entró a mi cuarto una tarde mientras yo miraba una serie. Se acercó no sólo decidido sino convencido de que íbamos a estar. Entre rechazo y sorpresa le digo que no y me levanto de la cama abruptamente. Le digo que se vaya de la habitación. Cuando me doy vuelta para volver a donde estaba me agarra de atrás, con más fuerza. Entre forcejeo y algún grito me corro y hago que se vaya y cierro la puerta con fuerza. Estuve un rato más ahí en la pieza, enojada, molesta, asustada. No podía pensar muy claro y salí a caminar", siguió su relato.
Horas más tarde Julieta estaba de vuelta en el departamento, pero ya no era la misma. No quería dormir ahí y a la madrugada le pidió a su novio que la pasara a buscar. En el camino hacia la puerta de salida, Nuncio Ariel P. creyó conveniente abordarla, una vez más, sin mediar palabra y ella entendió que no podía volver más. Los días siguientes buscó acompañada algo de ropa y apuntes de la facultad. "Que no era para tanto, que no se enoje y que no le contara a su novia", le pidió P. a través de un mensaje. Al enterarse del episodio Joaquín S., en cambio, buscó la complicidad al igual que varios de los integrantes de Insurrectos: cuidaron al agresor y le insistieron a Julieta con que no hiciera la denuncia.
Ella dejó de militar y siguió adelante; hasta que llegaron las elecciones en la Facultad y se enteró no sólo de que Nuncio Ariel P. era candidato, sino que iban a cursar juntos una materia. "En el momento que empecé a sentir miedo me di cuenta de que las cosas estaban mal y pude tener la determinación para frenarlas. Sin embargo, cuando vi su nombre en las listas me saqué. Una compañera de la facu me preguntó qué pasaba y le conté. Me dijo que no lo podía dejar en mi enojo, que tenía que pensar en las consecuencias. Así lo hice público", le contó Julieta a Sudestada.
No quiso que ese posteo se volviera algo anecdótico. Es por eso que lo acompañó con una denuncia en el gabinete de delitos sexuales de la DDI de La Plata y con otra en la Consejería de Género de la facultad; que cuenta con un protocolo que obra en casos de violencia machista, para que citaran a Nuncio Ariel P. desde la rectoría y lo suspendieran de las clases. Pero no imaginó la repercusión que se generaría al interior de Marcha Guevarista del Pueblo, el espacio donde él militaba. Desde la organización emitieron otra denuncia pública a través de la página de Facebook "Las pibas ya no nos callamos más". El comunicado decía que había más víctimas de Nuncio Ariel P., es decir, compañeras vulneradas en contextos similares. Pero no sólo eso: los casos alcanzaron a otros referentes con los que ellas convivían a diario.
Después del revuelo generado por la denuncia de Julieta, esas mujeres notaron la necesidad de ocultar el hecho de violencia en el debate que generaron los que dirigían el espacio. Y decidieron que encubrir y silenciarse no iba a ser su camino. "No será sencillo lo que vamos a decir, no será sencillo leerlo, tampoco escribirlo y mucho menos ponerlo en palabras. Pero apostamos a la verdad, para liberarnos [...] Horas después, cuando estábamos reunidas sólo las compañeras, de a poco, cada una pudo ir relatando situaciones gravísimas y poniéndole nombre a todo eso que dolía tanto y que no tenía lugar en esa organización", dijeron....


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

Agustina Lanza