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La izquierda después de las PASO

Elecciones en el barrio

El Frente para la Ciudad Futura se conformó a principios de 2013 con la confluencia de los movimientos 26 de Junio del Frente Popular Darío Santillán (FPDS) y Giros. Sustentado en el trabajo en las barriadas populares, el FCF también definió su intervención en la disputa por espacios institucionales. Así llegaron a las PASO con la candidatura a concejales para Rosario: Juan Monteverde, de Giros, y Pedro Pitu Salinas por el M-26. Lo que sigue es una crónica de ese domingo diferente, centrada en la zona sur de Rosario, donde los barrios se organizaron para dar curso desde la militancia a la cobertura del quehacer electoral.

El domingo amaneció frío y nublado en Rosario. Una ciudad que todavía llevaba el luto por la explosión de un edificio en pleno centro que, finalmente, dejó 21 víctimas.

Mientras tanto, también una nueva experiencia amanecía. En silencio, conocedores de tragedias y complicidades del Estado, los militantes del Frente para la Ciudad Futura (FCF) iban arrancando y metiéndose de a poco en el ajetreo, que empezó desde temprano. Lo que daba vueltas en el aire, lo que se ponía en palabras la noche anterior, antes del sueño entrecortado y ansioso, era esa sensación rara de intervenir en lo que siempre se había caracterizado como un terreno enemigo, a partir de esas reglas pero construyendo nuevas formas: aprender sobre la marcha parecía ser la perspectiva de ese día. Por suerte, eran muchos. En las barriadas de la zona sur de Rosario, donde la militancia del M-26 se hace fuerte, se coordinaban desde los locales las idas y venidas a las escuelas y consultaban dónde debían votar los vecinos que preguntaban desorientados. Desde las prácticas que intentan romper con la política tradicional, esa de los punteros, los fiscales pagos y las combis que se llenan a fuerza de sobornos cotidianos, se empezó a hablar del "voto convencido". Lo que ofrecía el FCF en su intención de voto no era más de lo que ofrece cada día en su compromiso por cambiar la realidad de los vecinos, por encontrar soluciones colectivas a las necesidades más urgentes.

Las barriadas de zona sur siguen la línea en los márgenes de Boulevard Segui, que atraviesa la ciudad de este a oeste. Vía Honda es el barrio que nace sobre el lado oeste, bordeando las vías del ferrocarril Belgrano; a medida que se avanza surgen el barrio Itatí y Alvear, para llegar a Moreno, el barrio que se conoció tristemente: allí fueron asesinados los militantes del FPDS -Mono, Jere y Patom-, el 1 de enero de 2012. Por último, Tablada en el lado este y cerca del río Paraná termina de completar la zona.

En cada uno, los locales del Movimiento servían como base operativa. Allí se repasaban las instrucciones para los fiscales (en las jornadas anteriores, determinaron que todos los militantes lo serían para cubrir los 4 distritos, además de los vecinos que se sumaron espontáneamente para la función). Los fiscales generales fueron a presentarse temprano en las escuelas en las que tendrían que intervenir más tarde. Mesa por mesa, saludaban a los presidentes y miembros, y charlaban con fiscales de otros partidos para ir familiarizándose con caras y procedimientos.

A media mañana el cielo se abre y el sol ayuda a calentarse un poco. El viento frío del invierno todavía no se calma, pero los rayos tibios son buenos aliados para el cuerpo.

De cada barrio había surgido un candidato a concejal para sumar a la lista: en las asambleas se votaron a quienes representarían a los vecinos. Y en esto de las nuevas prácticas surgía la diferencia con los políticos tradicionales, que tienen asesores y llegan a los barrios para la foto electoral; estos candidatos se levantaron en su lugar se siempre, se pusieron la ropa de todos los días y salieron con sus chicos a cuestas, con los nervios y la alegría de la lucha cotidiana.
Así en Tablada nos contaba Vivi, mientras seguía la ronda de mate, que había sido elegida entre dos postulantes. Le había tocado a ella pero podía haber sido su compañera, con la que trabajan codo a codo en su barrio, distinguidas por presencia y laburo. Compañerismo puro, sin vedetismo de competencia en los carteles. Vivi se había acercado hace un año y medio atrás, poco tiempo después de la construcción del local: "Yo vivía enfrente y me quedaba parada en la ventana, mirando desde afuera qué estaban haciendo ahí, que salían y entraban a cada rato. Y un día me animé y entré". A partir de ahí, no hubo quién frenara su participación, su trabajo en la textil y su rol ante los vecinos.

En Vía Honda es Brenda la candidata elegida. César es su pareja y cuenta que fue ella quien lo sumó a la militancia porque antes se había acercado sola al Movimiento. Lo dice mientras guía a quien maneja por las calles de este barrio, o el de Itatí o el de Alvear, en los que quienes no pueden trasladarse son pasados a buscar por compañeros que ofrecen sus autos. Lo dice y señala por la ventana la parrilla que levanta olor a chorizo humeante. Cuenta que algunos son tentados con choripanes en una muestra del mejor estilo punteril del peronismo. Son las dos de la tarde y César tiene hambre, pero prefiere seguir haciendo de guía un rato más y, claro, votar. Mientras, Brenda cuida a su hijo unos minutos porque la niñera de ese día ajetreado, su abuela, tiene que ir votar. Cuando la cuidadora vuelve, Brenda raja para el local a seguir con la jornada.

En Moreno un mapeo colectivo luce fresco todavía en una de las paredes de la calle Quintana. Como parte de la campaña, estos mapeos se realizaron en todos los barrios junto con Giros: los vecinos discutían cuáles eran las necesidades más urgentes del lugar y lo plasmaban en un mural que recuerda cada día el abismo que separa a la Rosario que mira al río, la del auge inmobiliario, y a la Rosario desplazada, la oculta, en la que las mafias se llevan la vida de los pibes para invertir el dinero en otra ciudad, a la que el río le lame los pies.
Ahí el local es un hervidero. A las 16.30 regresan autos, militantes, vecinos, doñas y perros acompañantes. Roxy es la candidata a concejal del barrio. Vive en la casa lindante al local y es una de las que se puso al hombro la comisión del club Oroño, ese lugar que fue el escenario de la masacre y que fueron resignificando a partir de los torneos infantiles, los sábados bulliciosos de pibes y familias gritando y pateando pelotas contra el alambrado y de una rotisería levantada con prisa para vender comida casera en el barrio.

(La nota completa en Sudestada Nº 122, agosto de 2013)

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Nadia Fink