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Editorial

Tierra arrasada

"Las ideas no se matan", escribió en una piedra un prócer argentino, como un mensaje para las futuras generaciones, como una afrenta contra sus enemigos. Nada más equivocado. Tierra arrasada, ese es el escenario que mejor sintetiza el presente de la cultura en Argentina. Ese escenario nos permite afirmar que hay una cultura muerta, terminada, y otra que busca sobrevivir y buscar un lugar. En el medio, lo peor: los que mienten, los que roban, los que copian. Nadie parece demasiado preocupado por este presente oscuro, pocos asoman comentarios críticos y muchos eligen el camino de acomodarse, en silencio y a los codazos, en esta farsa que disimula la muerte de una cultura riquísima, pero devastada. Para quienes eligen cobardemente mirar hacia delante, como si nada hubiera pasado, es tiempo de denunciar a los culpables.

Los mentirosos empresarios de la nada, que lavan pesos y culpas en museos mastodontes, los hipócritas intelectuales que venden autógrafos en la feria del libro y eligen su mejor cara de sabios para las cámaras de televisión. Los escritores secos, que hace décadas que no escriben nada nuevo, que ensayan sobre reflexiones absurdas, que venden sus máscaras de honestos que nadie debería comprarles. Los patéticos músicos del rock nacional, que juntan gente y trapos a partir de cualquier propuesta que nada tenga que ver con lo musical, porque nada tienen que ofertar, por eso los referentes del rock argentino siguen siendo tipos de más de cincuenta pirulos. Los dueños de los teatros con cara de subsidios, cuyo único fin es cobrar a fin de mes y mentirse entre ellos. Los supuestos rebeldes de la cultura, que sólo protestan cuando les tocan el bolsillo, y se llaman a silencio ante esta realidad cruel.

A los periodistas de la cultura, que entienden que hacer televisión es mostrar un libro a cámara y hablar bien de todo el mundo, o los especialistas en todo, que aparecen opinando sobre cualquier tema, sin rubores, como sabios modernos. Contra ellos editamos una revista desde hace tres años, contra ellos batallamos todos los días en la calle, contra los imbéciles con dinero, contra los mediocres de turno que se arrogan funciones para las que no están preparados. Mataron a la cultura estos miserables, la mataron a sangre fría y lograron ocultar sus pruebas. La mataron, y ahora disimulan su ausencia con rápidos movimientos. Para los que creen que no corresponde que quede impune este crimen, surge un compromiso impostergable. Hay que correr la voz, hay que frenar la miseria, hay que combatir a los mentirosos, hay que buscar la raíz y cambiar todo. El tiempo apremia, cada segundo cuenta, ahora...


La cultura respira por sí sola

La realidad golpea de lleno a la imaginación, pero a pesar de todo, algunos reflejos se ven en el horizonte. Desde espacios alternativos o instalados, artistas y otros creadores abren el juego a otra mirada, proponen otros discursos, tienen algo para decir. La cultura que respira muchas veces roza la ilegalidad, busca evitar el aburrimiento, le da la espalda a los museos y no está pendiente del mundillo de la crítica.

A pesar que el discurso hegemónico está ganando la batalla, miles de creadores perdidos en las ciudades buscan su propia identidad. No hablamos de aquellos que desde la marginalidad buscan luego colocarse en donde antes estaba su enemigo, sino de aquellos soñadores que ponen el cuerpo a sus ideas con la esperanza de llegar a otras personas.

La cultura debe partir de creaciones genuinas, evitando copiar modelos, que la consagren y que no aporten una nueva discusión, otro camino. Coherencia y creatividad es lo que se debe exigir a cualquier creación. No por ser marginales las creaciones son más verdaderas, aunque fuera de las exigencias del éxito comercial se encuentran sin dudas las más notables. Es decir, muchos artistas que a pesar de estar dentro del sistema a gran escala de creación-mercado-difusión siguen dando muestras que se puede ser consecuente con una obra, un estilo.

Los artistas, que desde el anonimato construyen una obra paralela a los subsidios estatales, no necesitan de un museo para expresar su creatividad. No sueñan con una beca desde el exterior o el patronato de un señor adinerado que lo instales dentro del circuito VIP de la cultura.

"Por las grietas de las paredes siempre se filtra otra belleza", dijo alguna vez un poeta, y de eso se trata. De respirar con el aire de la creatividad y la coherencia, de respetar las creaciones anónimas, de saber leer en los ojos del poeta. Mientras tanto, en algún rincón, alguien se encarga de darle un poco más de oxígeno a los pulmones de la cultura.

Como entendemos a esta cultura oxigenante, es lógico que estas palabras se diluyan en otra creación que no atenderá

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Sudestada

El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.