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Nota de contratapa

La cultura viva

En las grietas de un país devastado, pugnan por sobrevivir algunas expresiones artísticas de extrema vitalidad. De la furia tanguera de la banda Fernández Fierro a la búsqueda simbólica del grupo plástico Escombros, pasando por la pasión del Teatro Vecinal de Barracas. La cultura vive y sobrevive en los márgenes, busca su lugar, busca esas grietas para respirar en un mundo viciado que no deja opciones. Pequeño pero imprescindible repaso por algunas manifestaciones culturales que nos hacen sentir que no todo está perdido.

Crece desde el pie

Otra cultura avanza, sin detenerse. Llena teatros, exposiciones, bares. Corta las calles. Se corta por los lugares más inhóspitos. Salta las vallas de la comunicación convencional. Entra y sale. Entra porque quiere descubrir. Sale porque sabe que no tiene referentes. ¿A dónde irá?

Hay una cultura que está muerta y que muchos no le prestan atención. Desde hace rato que ya no importa. Desde otros horizontes y con la mochila cargada de dudas e inquietudes, otra cultura se impone, no pide permiso, no gasta su tiempo en trámites burocráticos, su creación y esperanza no dependen del reempadronamiento en el monotributo, no llena los formularios de la "artecracia".

Es por eso que es tan peligrosa. Porque no tiene que adaptarse a las necesidades de los funcionarios de turno. Porque denuncia. Porque no necesita hacer lobby para ganarse un lugar.

Como ya son muchos los que siguen a estas expresiones, parte de la cultura muerta la quiere engatusar, le muestra su anzuelo filoso y tentador. Muchos caen y disfrutan sus "privilegios" de esa cochería con ataúdes tan cómodos. Pero están quienes la rechazan, quienes entienden a esa resistencia como el aire que respiran sus pulmones, por eso no se dan por vencidos, no quieren perder su esencia, no quieren ser el cadáver exquisito de ningún señor. Y siguen resistiendo.

De esa esencia que no deja dormir tranquilos a muchos se debate esa cultura. Desde las expresiones más genuinas que surgen sin un fin comercial específico. De esa esencia aún queda un hilo de luz. Esa luz que dejó inconclusa una generación a la que el Poder quiso destruir, eliminar, desaparecer. Esos sueños aún siguen latiendo en el corazón de cada una de las expresiones que desfilan por los confines más inesperados. Hacia lo inesperado y contra el aburrimiento.

Quienes hacen que esa cultura siga viva, que no tiene rumbo fijo y muchas veces no tiene respuesta a las demandas del mercado deambulan como los cronopios de Cortázar, burlándose e irritando a los Famas con sus juegos y contradicciones.

Los soñadores no saben de imposibles, los creadores transmiten sus esperanzas y fracasos en sus obras, los mezquinos saben encontrar el oro en el barro. La cultura de la resistencia y de la acción quiere ganar la batalla. Sabe que no puede traicionar, y está bien. Sabe que la batalla es dura, pero necesita de ese impulso para definitivamente enterrar la cultura vendida al mejor postor, con grandes decorados bajo el argumento de la codicia...

La nota completa en Sudestada N° 31, de agosto de 2004

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Autor

Ignacio Portela