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Malditos: Jean van Heijenoort

De revolucionario trotkista a lógico matemático

Secretario de Trotsky y referente de la IV Internacional, también supo ser un matemático notable que tuvo un trágico final.

Fue una radiante mañana de octubre del año 1932. Desde el puente de Gálata en Estambul, dominaba el panorama la enorme cúpula y los elevados alminares de la basílica de Santa Sofía, bajo el intenso azul del cielo. Entre las personas congregadas en el muelle, se distinguía un joven rubio, alto y delgado, de rasgos angulosos y de aspecto nórdico. En medio del barullo matutino, este viajero procedente de Francia observaba con atención y curiosidad el dinámico movimiento del concurrido puerto y a sus gentes. Su nombre era Jean van Heijenoort. Tenía 20 años.
Poco después del abordamiento, se soltaron amarras. Corrieron los minutos y los álabes del pequeño barco hendían las serenas aguas del mar de Mármara. En el horizonte soleado se observaba, a lo lejos, un paraje isleño. El viento marino soplaba tenuemente. Durante la contemplación del idílico escenario, la mente y el espíritu de Jean bullían de expectativa y ansiedad. Al cabo de dos horas de travesía, al final de la mañana, la nave atracaba en el muelle de la isla más grande de un pequeño archipiélago. La ínsula tenía un nombre griego: Prinkipo (los lugareños la conocían como Büyük Ada, que significa en turco "Gran Isla"). Jean había alcanzado su punto de destino. A unos 15 minutos de camino a pie desde el desembarcadero, se encontraba la residencia del líder bolchevique en el exilio, León Trotsky, de quien sería secretario, traductor y guardaespaldas por los próximos siete años. Un encuentro personal con la historia -hecho que dejaría una huella indeleble en su vida- estaba próximo a ocurrir.

Apuntes biográficos

Jean Louis Maxime van Heijenoort nació el 23 de julio de 1912 en Creil, al norte de París, en un hogar de clase obrera. Su padre, Jean Théodore, era un trabajador emigrado de Holanda; y su madre, Charlotte Hélène Balagny, pertenecía a una familia de modesta condición.

El padre de Jean murió prematuramente cuando el estruendo de los cañones anunciaba el comienzo de la Gran Guerra. En el recuerdo del niño de dos años, quedó grabada para el resto de su vida la terrible escena de la muerte de su joven padre, provocada por una hemorragia digestiva. Tal hecho dramático impactó en la conciencia del futuro Camarada Van e impregnaría su visión del mundo que lo rodeaba. Veía en la desgracia que enlutó a su familia la señal de un destino infeliz.

En su infancia, Jean fue víctima de la discriminación. Por su aspecto físico y su apellido, los compañeros de escuela, contagiados del chovinismo y la xenofobia de los años bélicos, le llamaban despectivamente "alemán sucio". Aquellos fueron días tristes en los que, también, Jean conoció la pobreza, aunque no la miseria.
Todo esto afectó su ánimo y le hizo sentirse diferente de los demás niños; se veía a sí mismo como un marginado. En el clima desfavorable que le tocó vivir, optó por el aislamiento.

Pero no todo fue desazón en su vida. Jean sobresalió en los estudios; era el alumno más brillante de su clase. Al concluir la primaria, ingresó como interno en el colegio de Clermont de l' Oise, donde empezó a interesarse en la política. Su espíritu de rebeldía contra la sociedad y su anhelo de transformar el mundo le hicieron simpatizar con las ideas del comunismo.

En mérito a sus altas calificaciones, en 1930 recibió una beca para cursar estudios superiores en matemáticas, en el prestigioso Lycée Saint-Louis de París. Por esos días, conoció a un joven revolucionario, Yvan Craipeau, quien lo introdujo en la Liga Comunista, la organización del trotskismo en Francia. Como miembro de la Liga, el Camarada Van se entregó con pasión a la actividad política, a la vez que abandonaba sus estudios. Se dedicó a vender el periódico trotskista en las bocas de los metros o en los barrios obreros, y pegaba carteles por las noches.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 105 - diciembre 2011)

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Autor

Gabriel García Higueras