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Malditos: Juan Filloy

Juez y reo

Casi toda su vida osciló entre el moderado escándalo y el secreto para iniciados. Narrador, ensayista, poeta, dramaturgo, era el autor de libros celebrados pero inhallables. La edición de buena parte de su obra permite encontrar lo que sigue vivo en ella y nos interpela.

Longevo que supera el siglo; recordman de las frases palíndromas (se leen igual del derecho o del revés); autor de libros cabalísticamente titulados con siete letras: novelas sin par, innovadores diarios de viaje, poemarios irreverentes y obras teatrales jamás representadas; inventor del mega soneto, formado por catorce sonetos así como el soneto tiene catorce versos; latinista; árbitro de box en peleas de Luis Ángel Firpo; enemigo del automóvil, "instrumento mortífero que va arruinando al individuo"; adelantado que se carteó con Sigmund Freud, en alemán, cuando el psicoanálisis aún no se había convertido en parte inescindible de la neurosis porteña. Algunos de esos rasgos, a fuerza de ser repetidos en parvas de artículos, se convirtieron en lugares comunes desde los últimos años de su extensa vida y recrudecieron a su muerte. Al Juan Filloy escritor la insistente leyenda, si bien merecida, pudo jugarle en contra.

Es preciso leerlo a Filloy para asomarse a las razones por las cuales aquel miembro del Poder Judicial -fiscal, juez, camarista- debió ocultar aquello que escribía. Para comprender por qué la aparición de su novela Op Oloop escandalizó a la intendencia de Buenos Aires. O darse cuenta de las razones por las cuales, ya octogenario, lo interrogaron los esbirros del Proceso de Reorganización Nacional. O entender los motivos por los cuales quienes se creían cruzados de una tercera guerra mundial prohibieron la novela Vil y vil.

Hechos

En 1888, la pareja formada por el gallego Benito Filloy y la francesa Dominique Grangé llegó a la ciudad de Córdoba, donde instaló un almacén de ramos generales bajo el auspicioso nombre de La abundancia. El 1 de agosto de 1894 nació su hijo Juan. Los otros hermanos fueron Manuel, Rosa y Benito. Esa familia pionera instaló en 1912 el bar, teatro y cine Imperial. En el agitado 1918, ya estudiante de leyes, Juan Filloy participó en los episodios que tuvieron como resultado la reforma universitaria que democratizó las caducas estructuras de la enseñanza superior. Al año siguiente de semejantes peripecias revolucionarias, obtuvo su título de abogado. Entretanto, no le faltaron tiempo ni bríos para intervenir en la fundación de la Biblioteca Popular Vélez Sársfield y del Club Atlético Talleres, pese a que no consta que se haya prendido siquiera en un picado alguna vez. En 1921 se mudó a Río Cuarto -donde integraría el grupo fundador del Museo de Bellas Artes- y se incorporó al Poder Judicial.

Durante sesenta años el diario El pueblo se vio enriquecido por sus colaboraciones. Y desde 1930 fue publicando por su cuenta y riesgo las producciones más extensas de su pluma infatigable: las inusuales, innovadoras y de a ratos insolentes crónicas viajeras de Periplo (1931), ¡Estafen! (novela, 1932), Op Oloop (novela, 1934), Aquende (geografía poética de la Argentina, 1935), Caterva (novela, 1937), Finesse (poemas en prosa, 1939), Ignitus (1971), Los Ochoa (1972), Usaland (poemas, 1973), Vil & vil (1975, novela que arranca con una lista de presidentes latinoamericanos derrocados entre 1955 y 1968, secuestrada al año siguiente de su publicación por la dictadura; en una nota previa), Urumpta (1977), Tal cual (relatos, 1980), L'ambigú (1982), Karcino (tratado de palindromía de 1982 que hace la historia de ese género desde la antigüedad clásica hasta nuestros días, incluye jactancias de Filloy tales como los diálogos entre Adán y Eva al conocerse en el Edén... ¡legibles al revés y al derecho!), Gentuza (relatos, 1991)...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 103 - octubre 2011)

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Autor

Juan Bautista Duizeide