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Dossier

Pueblos originarios hoy. De pie ante los vientos del saqueo

De una forma cada vez más violenta, las comunidades indígenas están siendo desalojadas, arrinconadas, contaminadas y criminalizadas por el predominio creciente de los súper negocios, con la complicidad de los gobiernos nacional y provinciales. La reciente Marcha de los Pueblos Originarios y la disposición al diálogo con el Estado, abrieron ricas discusiones sobre el modelo de desarrollo, pero también nuevas diferencias en la coordinación de sus luchas. Los debates urgen ante una realidad cruel.

Después de una larga caminata de dos meses y medio, el 3 de agosto de 1946 llegaron a Plaza de Mayo 174 integrantes de las comunidades kollas del norte, entre los que se encontraban ancianos y niños. Fueron recibidos por Farrell y Perón, quienes se llenaron la boca de promesas ante las cámaras de televisión. Pero la respuesta verdadera tuvo lugar al día siguiente, cuando la prefectura hizo su delicada tarea de expulsarlos de Buenos Aires. Bien temprano, los kollas fueron despertados por ruidos y forcejeos en el Hotel de los Inmigrantes. En medio de gases lacrimógenos, algunos gritaban "¡Perón, Perón!", sin saber que era su mismo gobierno el que los estaba expulsando. Y así, desarropados, sin poder cargar sus humildes bolsas de pertrechos, se vieron embarcados en un tren camino a la Puna, escoltados y humillados por las fuerzas de seguridad. Cada huella, como una esperanza cansada, de todo el camino de ida, fue borrada por ese viaje de vuelta en un tren que fue símbolo de la vergüenza nacional.

Pasaron 64 años del llamado Malón de la Paz, y los pueblos originarios de todo el país volvieron a marchar en protesta por su cruda realidad, que no ha cambiado demasiado, y para dejar en claro que son padres de nuestra historia. Juntos y divididos, mostraron no sólo una mayor capacidad organizativa, sino también política. Este crecimiento trajo también nuevas discusiones y diferencias, sobre todo respecto de la relación con el Estado y la confianza en un gobierno que no combatió la voracidad de los capitales sedientos de territorios vírgenes, un gobierno, además, hábil y necesitado de palabras amistosas. El fantasma del Malón de la Paz sigue alojado en los corazones de los caminantes originarios.


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº90 - Julio 2010)

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Autor

Martín Azcurra