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Nota de tapa

Ernest Hemingway en Cuba

Un escritor se hace combatiente y espía. Viaja por el mundo, pero amarra su alma inquieta en las costas cubanas por más de veinte años. Atraído por la pesca, hace de la isla su hogar. De su encuentro con un pueblo noble, surgen relatos de pescadores diminutos contra peces gigantes. Así percibe la tensión con su país cuando estalla la revolución, que apoya abiertamente. El gobierno de Estados Unidos lo obliga a volver. ¿Suicidio o crimen político? Fidel, que se inspira en su novela sobre la Guerra Civil Española para enfrentar a Batista, lo reivindica por su audacia. En esta nota, un Hemingway que quiere cambiar el mundo con un bote y un sedal. Habla desde La Habana, Ada Rosa Alonso, directora del Museo Ernest Hemingway.

"Su puntería es increíble", piensa Ernest al verlo con la palomita rabiche en una mano y la gomera en la otra. "¡A que tú no matas la que está en esa rama!", le arenga. Entusiasmado, el joven de ocho años que luego fuera su niño-perro (recolector de pichones, "en el mejor sentido de la palabra") la voltea tan rápido que tiene que correr para atajarla antes de que toque el suelo. Hemingway, cuyos dedos solían oler a pólvora, practicaba tiro en la asociación del Club de Cazadores del Cerro. Con el tiempo, Fernandito Núñez se hace cargo del cuidado de sus armas. "Pueden usarlas otras personas aquí, si tú lo decides, pero que nadie sepa que son mías", le indica Pá.

Diez años después, un grupo de moncadistas de tímida barba ingresa al club y se topa con Nuñez. "Muchacho, ¿nos prestas un par de rifles nomás para practicar? Cualquiera está bien para nosotros". Eran Fidel Castro, Abel Santamaría, Pedro Miret, Oscar Alcalde y otros, que estaban entrenando para los asaltos de Santiago y Bayamo. "No apuntes nuestros nombres, por favor". A Fidel, Fernandito le da "la Yegua", una escopeta calibre 12 de dos cañones, la preferida por Hemingway.

No será la única vez que se encuentren los destinos de estos dos gigantes. En su época de estudiante, a Fidel le comentan que un buen escritor americano había escrito una novela sobre la Guerra Civil Española. Cuando la lee, su cabeza, que ya estaba elucubrando nuevas estrategias de guerra popular, se proyecta hacia la Cuba libre. "Trataba de un grupo de guerrilleros y me pareció muy interesante, porque Hemingway hablaba de la retaguardia que luchaba contra un ejército convencional. Puedo decirle que esa novela de Hemingway fue una de las obras que me ayudó a elaborar tácticas para luchar contra el ejército de Batista. (...) nosotros nos encontramos (...) luchando contra un ejército relativamente moderno que tenía un control absoluto de las armas. Los métodos que otros hombres usaron para resolver aquel problema nos ayudaron considerablemente a intuir cómo hacerlo…", confiesa Fidel en una entrevista realizada por Frank Markiewiesz y Kirby Jones en 1976.

¿En qué se parecen estos dos hombres, que nunca llegaron a ser amigos? Ambos, de niños, cazaban con gomera, pescaban peces de colores y jugaban con soldaditos de plomo. Más tarde, zambullirse en el curso de la historia, descubrir el poder de la acción, tomar partido y arriesgar la vida por algo.

Cuando la revolución cubana empieza a tomar un carácter socialista, Hemingway, que vivió en Cuba por más de veinte años, es forzado a regresar a su país. Ya no puede izar las velas de El Pilar para buscar algún pez aguja, ni puede encontrar otro buen lugar para escribir. Es la muerte del escritor y del personaje. Se cruzan las dos teorías: la del héroe cansado y del escritor acabado. Su depresión aumenta porque los movimientos de espías federales a su alrededor lo vuelven loco. Una tarde, en el restorán donde solía almorzar con su esposa, pregunta: "¿esos quiénes son?". Mary le responde: "son vendedores". Hemingway gruñe: "son del FBI y esta vez no fallarán". Al regresar, no dice una sola palabra. En su habitación, tiñe el cielo de su boca con una escopeta Boss, calibre 12, comprada en Nueva York.

Todo Cuba se conmueve. Fidel levanta el puño y aclama: "Este ha sido el mensaje de Hemingway que hemos tenido presente aquí en Cuba, en medio de una Revolución. Nos ha acompañado en momentos cruciales y muy difíciles… Nosotros hemos sido vulnerables y hemos estado expuestos durante décadas a la destrucción, pero las frases convertir el revés en victoria y podrán destruirnos mil veces, pero nunca vencernos, han sido nuestras consignas y gritos de combate en los últimos años… Hemingway tenía toda la razón: Un hombre puede ser destruido, pero jamás vencido. No fue otro el mensaje que captamos. No ha sido otro el reclamo de los hombres que han luchado en todas las épocas y de su literatura".

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Autor

Martín Azcurra