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Papeles amarillos

Sara Gallardo. La mujer que amamos

Cuentos, novelas y crónicas forman la obra de Sara Gallardo, inaccesible durante décadas. Reeditada en los últimos años, está ahora disponible para emprender una de las aventuras más estimulantes que nuestra lengua pueda deparar.

En el colegio encargaron a mi hija un "retrato de mamá". Imaginé mi efigie enaltecida y me emocioné de antemano: no contaba con la objetividad de la nueva generación: "Mamá se parece a mí. Es alta y flaca y mide 1,80. Tiene el pelo negro y corto y ojos también negros y grandes (…) Tiene los dientes grandes y una linda sonrisa (…) Tiene dedos largos. Cuando la llaman por teléfono manda decir que no está. Es muy insociable: sobre todo con las personas aburridas".

El casamiento de Susana Giménez y Alain Delon, Sara Gallardo

Otoño de 1976 (¿hay algo más frío y húmedo y gris en mi memoria que aquel otoño del ´76?). La escena no pretende originalidad alguna. Se repitió con variaciones en muchas casas. Podemos considerarla una forma argentina de ejercer la crítica literaria. Y muy de aquella época. Yo vi una de sus versiones en mi casa, en aquel otoño que fue preludio de tanto. Frente a la biblioteca, mis padres intercambiaban opiniones en un susurro a medida que iban retirando libros de los estantes. A un lado de ellos, los salvados. Al otro, los que tendrían como destino la fogata que en minutos se alzaría en el patio. Ahora, grande, dudo que se llevaran a alguien por lo que leía. Pero en aquellos tiempos toda precaución parecía poca. Vi cómo iba creciendo el número de los condenados. Aunque mi madre se resistía más, mientras mi padre se veía decidido, no había mayores diferencias en la clasificación. La discusión comenzó cuando aparecieron los libros de Sara Gallardo. ¿Adónde iban Los galgos, los galgos; Enero; Pantalones azules? Esa dificultad para la clasificación es una de las características de su obra.

Sara Gallardo fue confinada durante años entre el olvido y la leyenda para iniciados. Difícil de asimilar para la izquierda, que no siempre tuvo (ni tiene) la amplitud ni la agudeza necesarios para identificar los signos de lo genuinamente nuevo y valioso. Imperdonable para la derecha, por su independencia, por ser rebelde y mujer, porque sus ficciones iluminan zonas ocultas y revelan secretos.

No me resulta difícil enumerar razones para recomendar la lectura de Sara Gallardo. Razones que otras razones y otros corazones bien pueden compartir. Ahí van, desordenadamente, como quien comparte los subrayados de una lectura febril:


-1-

Nadie que ame los viajes puede no amar los trenes. Y nadie que ame los trenes podrá dejar de extasiarse con tres cuentos tan diferentes como La gran noche de los trenes, Amor y Los trenes de los muertos.


-2-

Hudson y Mansilla podrían envidiarle sus descripciones de la llanura. En sus relatos es un personaje más, interactuando de cuerpo y alma con el resto.


-3-

Hay en su narrativa un lirismo quizás sin par en la literatura argentina. Acaso pueda emparejársele Sudeste, esa oda al río, al tiempo y al hombre que pasa, de Haroldo Conti.


-4-

Hay haikus que no son haikus incrustados como joyas raras en la joya de su prosa tan rara:

Adios cisnes, y garzas y flamencos.

Joyas del mundo, adiós.

(De Historia de los galgos).


-5-

La visión de la clase dominante:

Las cosas escondidas no pueden hacerse de acuerdo con los patrones porque ellos no comprenden. Los patrones y los policías tienen ideas parecidas.

(De Enero).


-6-

Los galgos: Iban con ese trote que transformaba el terreno más penoso en una pista aérea (…) Los miraba y hubiera cantado.

(De Historia de los galgos).


-7-

La prosa: …el viento volteaba el fuego con chasquidos de trapo. Salieron al amanecer. ¿Adónde vamos?

(De La rosa en el viento)...


(La nota completa en la edición gráfica)

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Autor

Juan Bautista Duizeide