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Dossier

Música y dictadura (2ª parte)

Luego de años de censuras y autocensuras, los músicos eligieron aceptar su condición de creadores mutilados sabiendo que el régimen algún día abandonaría el poder. La guerra de Malvinas y la obligación de pasar música en castellano terminaron de instalar el rock en el imaginario popular de la clase media urbanizada, quitándole protagonismo a otros ritmos que volvieron a sus lugares de origen sin la efervescencia de décadas anteriores.

Desde chicos, Jorge y Federico Moura compartieron muchas actividades en común antes de que sus destinos e ideas políticas los separaran definitivamente. Como tenían una diferencia de edad corta, la relación de hermanos se estableció a la par de una relación de amistad, donde todo se comparte. A los dos les gustaba la música, elemento que siempre estuvo presente en su casa paterna de City Bell, gracias a la profesión de su madre Velia Oliva, que era pianista y profesora de música, al igual que su abuela. Jorge, Federico y sus dos hermanos menores, Julio y Marcelo, además de pasar horas escuchando música e intentando tocar el piano, hacían deporte y jugaban al rugby en La Plata Rugby Club, ejercicio que desarrollaron durante toda su infancia. Su padre, Pico Moura, abogado especialista en derecho civil, tenía una concepción muy de avan-zada con respecto a la crianza de sus hijos, fomentando las tendencias de cada uno de ellos y respetando sus decisiones. Jorge y Federico, luego de terminar el secundario, iniciaron sus estudios pensando en ser arquitectos, por lo que se inscribieron tempranamente en la Universidad, pero ambos abandonaron la carrera a los pocos años de comenzar la cursada. A partir de entonces, la visión del mundo y de la política los fue separando. Jorge, descreído de las estrategias políticas de los partidos tradicionales, decidió sumarse a las filas del PRT, partido que -sobre la base de una propuesta revolucionaria distinta, acompañada por el liderazgo particular de Roberto Santucho- volcó a miles de jóvenes a la búsqueda de un cambio revolucionario. En esos años, Jorge trabajaba como transportista junto a sus hermanos menores, repartiendo el tiempo con su familia y su actividad en el Partido. Con la militancia, las diferencias con Federico se hicieron más visibles, y éste -a comienzos de los setenta- se sumó a las filas del movimiento siloísta, que había sido fundado por el mendocino Mario Rodríguez Cobo, apodado Silo. Esta corriente es la que hoy conocemos como Movimiento Humanista. El periodista Sergio Marchini, en el libro No toquen, explica que el futuro líder de Virus "tenía una visión contestataria pero apolítica de la realidad; no era un desentendido pero tenía una concepción más universalista, intuía que la transformación social debía comenzar por el cambio individual". Su actividad en el siloísmo se limitó a esporádicas participaciones en retiros y otras actividades comunitarias. Cuando llegó la dictadura, los encontró en caminos separados: Federico, agobiado por la realidad del país, viajó a Brasil para desarrollar su creatividad y Jorge se quedó con su mujer y su hijo viviendo en la casa familiar.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº77)

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Autor

Ignacio Portela