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Nuestra América

Ernesto Guevara por los caminos del Perú (segunda parte)

En los primeros días de 1952, dos jóvenes aventureros y soñadores partieron de Argentina, iniciando un recorrido que los llevaría por lejanas tierras de Sudamérica. A 40 años de su asesinato en Bolivia, evocaciones del joven Guevara durante la estadía más larga del viaje que cambiaría su vida.

Camino hacia el norte

Tras la enriquecedora experiencia cultural en la ciudad de Cuzco, Ernesto Guevara y Alberto Granado reanudaron el viaje en dirección al norte y arribaron a la pequeña ciudad de Abancay. De allí partían los camiones hacia Huancarama, que era la antesala de la leprosería de Huambo (Granado había hecho estudios sobre la lepra, y tanto a él como a Guevara les interesaba sobremanera conocer la situación de estos hospitales en el país). Como en ocasiones anteriores, consiguieron alojamiento en el puesto de la Guardia Civil, la policía local, y les dieron de comer en el hospital (recibieron una alimentación muy escasa). Su arribo ocurrió en la Semana Santa, y por causa de la escasez de transporte, debieron esperar dos días en aquel pueblo, sin encontrar nada que les pudiera resultar interesante o entretenido. Fueron días signados por el aburrimiento, de los cuales Ernesto dejó escrito: "Tirados en el pasto al borde del arroyo, veíamos los cielos cambiantes del atardecer soñando con imágenes idas de pasados amoríos o tal vez, viendo en cada nube la tentadora visión de una comida cualquiera".

En el pueblo de Huancarama, Ernesto fue presa de un ataque de asma, que se acrecentó. Una noche lluviosa, abrigado con una manta y sin disponer de una ampolla de adrenalina, Ernesto fumaba tabaco negro, que mitigó su fatiga antes de quedarse dormido.

A la mañana siguiente, Ernesto, ya recuperado por el efecto de la adrenalina y de varias aspirinas, se encaminó junto con Alberto en dirección a la leprosería de Huambo, donde notó la escasez de recursos, describió el estado general como "deplorable" y observó las deficientes condiciones sanitarias.

Cuando regresaron a Huancarama, consiguieron un camión que los transportó con rumbo al norte, siempre. Después de un fatigoso viaje a través de la accidentada topografía peruana, la siguiente localidad a la que allegaron fue Andahuaylas, donde se agravó la crisis asmática de Guevara, por lo que tuvo que permanecer dos días en el hospital. De ahí vendría Ayacucho, tierra en la que el Ejército Libertador, a las órdenes de Bolívar, libró la histórica batalla que selló la independencia americana, en 1824.

De cuantas gentes conocían en su tránsito, los jóvenes argentinos se informaban acerca de la vida cotidiana, las costumbres locales y las características de la población.

Durante estos trayectos por el centro del país andino, los viajeros se hallaban famélicos. Fue en estas condiciones harto difíciles que decidieron viajar a Oxapampa, en la selva, donde moraba el cuñado de un compañero argentino. Éste les ofreció alojamiento y alimentación abundante y de buena calidad. Bien alimentados y recuperados del desgaste físico, decidieron continuar el viaje, esta vez con destino a Lima.

La "Ciudad de los Reyes"

Arribaron a Lima el 1 de mayo. Al comenzar la década del cincuenta, la capital peruana era una agradable y ordenada ciudad de un millón de habitantes (en la actualidad la habitan más de ocho millones de almas). Sin dinero, anduvieron por las calles del señorial centro histórico de la que fuera capital virreinal, y observaron el carácter estilizado de su arquitectura. También conocieron su puerto, el Callao, por el que pasearon después de haber caminado catorce kilómetros.

Guevara anotó sus impresiones de la capital peruana: "Lima es una bonita ciudad que ya enterró sus pasados coloniales (por lo menos después de ver el Cuzco) tras casas nuevas. No justifica su fama de ciudad preciosa, pero los barrios residenciales son muy buenos, circundados de amplias avenidas, y los balnearios cercanos al mar son sumamente agradables". Y añadía que "Lima es la representante completa de un Perú que no ha salido del estado feudal de la colonia: todavía espera la sangre de una verdadera revolución emancipadora"...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)

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Autor

Gabriel García Higueras, desde Perú