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Música

Rastrillos: La revolución Musical

Se formaron a finales de la década del '80 y hoy, son la banda de culto del reggae mexicano. Cada vez que se presentan en vivo dicen que las calles del Distrito Federal se agitan al compás de las armonías que envuelven a la ciudad en un clima de fiesta mancomunada. Mientras graban su cuarto disco, Los rastrillos se entusiasman con la idea de llevar su música a tierras sudamericanas.

Un chavito recorre las calles superpobladas del México DF. Ese mismo chavito está triste, mira de reojo con cierto recelo y se apoya en la fachada de una de las tantas cantinas que adornan esas mismas callecitas que rodean la Plaza Garibaldi, saturadas de mariachis, rateros, putas, y donde el alcohol es una excusa más, como en cualquier otro lugar. En su cara se notan los rasgos de una ciudad en conflicto permanente, multifacética, moderna y trastornadamente caótica, con crecimientos desiguales, constantemente azotada por las tendencias transformadoras del capital. Pero de una de esas cantinas -de esa desde donde el chavito observa el cielo, ‘ese espejo que refleja un mundo que no existe', y contempla el smog sin saber qué es el smog- emerge un sonido distinto a lo que se viene escuchando. Piensa unos segundos y se dice para sí, Molotov no es... mucho menos Café Tacuba... tampoco son Los Jaguares. Rastrea en su memoria y se dice seguro que no son Control Machete, ni Cartel de Santa y tampoco son El Gran Silencio. Es todo muy extraño y a medida que suenan los acordes se pregunta cómo puede ser. El locutor de la radio que sintoniza el cantinero -donde el chavito se detuvo a escuchar y pensar- vocifera un nombre... ¡Rastrillos! La revolución musical.

Corrían los primeros meses de 1989, dos años del gobierno de Salinas de Gortari... otra vez el PRI... otra vez el fraude y el robo interminable. Tiempos en los que las inquietudes afloraban en ese México "modernizado" en corrupción. Fue precisamente ese año cuando se juntaron cuatro muchachos para darle forma a una nueva agrupación. Entre ellos, se encontraba Gerardo Pimentel, "El Zopi", bajista y cantante, junto a Miguel "Chino" Velázquez, baterista y voz, quienes dieron forma a una banda singular a la que bautizaron con el nombre de Rastrillos.
En la actualidad, la banda está formada por Hernán Campodónico en guitarra, Arturo "Caco" Galván en guitarra rítmica, Iván "Maicito" Serrano en trompeta, Sergio "Príncipe" Sorcia en trombón, el cubano Alejandro "acére" Gornalousse en saxo tenor, Rubén "Pastorcito" Pérez en percusión mexicana y Enrique "Profe" Noguez en piano.

La mayoría de los integrantes de Rastrillos vive de la música en sus diferentes formas, desde dar clases hasta tocar en otros proyectos musicales. Por ejemplo, el "Maicito" Serrano, es la primera trompeta de la sinfónica del Instituto Politécnico Nacional, junto al "Príncipe" Sorcia que toca el quinteto de metales. "Acére" es parte de un grupo de salsa, mientras que el "Zopi" dirige y conduce uno de los programas más importantes de las radios del DF, Reggaeneración, con más de ocho años en FM Órbita 105.7 y al que ahora dio en llamar Reggaevolución por FM Reactor 105.

El Zopi -35 años, pelo largo, bigotes y una pequeña barba triangular- es tranquilo, generoso, nunca se lo ve enojado ni de mal humor y es el que más trabaja, así lo afirma uno de sus compañeros, "Perikles" Campodónico, argentino, simpatizante de Excursionistas y ex integrante de la ya dispersada TTM -Todos Tus Muertos- que comenta: "es el líder de la banda, el que da la cara, firma los contratos, y sin embargo no acepta llevarse un centavo de mas ya que lo que saca lo reparte en partes iguales. Es la honestidad en persona, rinde cuentas de todo sin que nadie se lo pida. Rastrillos tiene algo muy importante: somos nueve integrantes y no hay un roce entre nosotros. Es la primera vez que esto me sucede en mi trayectoria de más de 20 años con la música. La afinidad y la relación colectiva es increíble".

Tienen tres discos editados. El primero salió en 1993 y se llama "Revolución Latinoamericana", grabado en el ya desaparecido sello independiente Rock and Roll Circus. Pasaron cinco años y regresaron con "A cuatro vientos", producción netamente propia que en realidad fue una reedición del anterior más algunas canciones inéditas. En el 2000 volvieron al ruedo con su tercera placa denominada "Códigos del Alma" que editó el sello PyP y que luego licenció Sony Music. La última aparición de Rastrillos en formato disco es en 2003 junto a otras bandas de la periferia y grabando "Homenaje a Rockdrigo González" Volumen 1, un tributo a Rodrigo Eduardo González Guzmán, una especie de Bob Dylan del rock urbano azteca y artista de culto que marcó a toda una generación y que falleciera trágicamente a los 35 años.

En sus diferentes producciones, se nota que la banda hace una interpretación del reggae con una tendencia "roots", lo que a partir de la década del setenta se dio en llamar a la música del gueto que lleva el mensaje combativo y genuino de la calle, eso sí... separándose de algunos preceptos "rastafaris" y reivindicando su identidad a través de la música con la que crecieron en su tierra, es decir, el mariachi, la salsa, las rancheras, el funk, el jazz y el rock, y también aplicando toques sutiles del primitivo y brutal dance hall o raggamuffin -estilo surgido tras la muerte de Bob Marley-, el rock steady -ritmo más lento y melódico que el ska, que surgiera en Jamaica a fines de los sesenta- y la fusión, pero todo bajo la fórmula musical del género reggae. "Nos identificamos con el reggae por su origen rebelde, contestatario, crítico, místico y su búsqueda de la identidad y la reapropiación de las raíces. Tenemos un gran respeto por las enseñanzas rastas pero siempre bajo nuestro contexto social y usamos lo que nos funciona", afirma el Zopi, hijo del fallecido pianista Gustavo Pimentel y agrega: "En nuestro estilo hay distintos tipos de fusiones; por ejemplo el popular ‘Jarocho' que es el estilo que se escucha en Veracruz. También incluimos canciones en lengua Náhuatl, originaria de los mexicas del centro del país. Además, utilizamos instrumentos prehispánicos, jaranas y requinto de jarochos, que son pequeñas guitarras de madera".

Una de las características de la banda tocando en vivo es su interacción con el público, llevando mensajes críticos y de reflexión. La energía desplegada en el escenario crea un clima de fiesta que es imposible observar en el resto de las bandas mexicanas. En sus discos suelen tener invitados, entre ellos algunos integrantes de bandas de reggae como la puertorriqueña "Cultura Profética" o parte de la sección de metales de "Los de abajo" -banda que mezcla ritmos latinos con ska y que debe su nombre a la famosa novela del escritor Mariano Azuela-. Otros que participaron en las producciones de Rastrillos fueron el grupo vocal Cucanitl (un agradable proyecto de voces de varias jazzistas reconocidas), el conjunto "Tribu" que aporta el sonido de instrumentos prehispánicos y rescatan tradiciones como los días de los muertos, y distintos músicos que integran otras bandas de reggae.
Su primer concierto lo dieron en 1990 en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) plantel Iztapalapa, en la ciudad de México, y de ahí en más nadie los detuvo. A lo largo de estos años, se presentaron en todo tipo de festivales, desde los más importantes a nivel cultural y de corte social hasta el circuito de bares, cantinas y clubes de la ciudad. Hasta que en 2002 hicieron una extensa gira que los llevó por gran parte de Canadá presentándose en ciudades como Whistler, Nelson, Kaslo y Kootenays, además de tener la posibilidad de abrir el concierto que el legendario Linton Kwesi Jonson dio en el Commodore Ball Room en Vancouver.

Durante varios años Rastrillos formó parte del movimiento Razteca, que nació de la necesidad de crear espacios para las bandas de reggae del DF sin que hubiera necesidad de intermediarios, ya que en esos tiempos había pocos espacios donde no daban apertura al género y sobre todas las cosas porque había un trato injusto hacia los conjuntos. "La idea pasaba por crear un espacio propicio para la difusión de información que pudiera retro alimentar al público con la problemáticas ambientales, sociales y de salud y a la vez tratar de relacionarnos con organizaciones no gubernamentales. Recuerdo que el reggae era la columna vertebral de los festivales relacionándonos con todas las disciplinas desde la poesía, el teatro, la plástica, hasta la fotografía y la radio misma. En esos tiempos el movimiento estaba formado por nosotros y grupos como Antidoping, Yerberos, Walla y Dengue, después fue creciendo con La Comuna, Ganja y bandas del interior. Aunque no todas participaban en la organización, el espacio era para ellas con el fin de difundir su música. El objetivo final era dejarle algo positivo a la comunidad. Desgraciadamente, por inexperiencia y exceso de confianza de los organizadores, una persona cercana obtuvo el registro legal del festival y se lo apropió. Así se fue perdiendo el control poco a poco hasta que se desarticuló la organización y esta persona, que era el tecladista de Rastrillos, lo vendió a un empresario de la ciudad que no le interesa otra cosa más que hacer dinero", comenta un poco decepcionado el Zopi.

La gran diferencia que Rastrillos tiene con el resto de las agrupaciones radica en su sonido, donde es constante la búsqueda por lo nuevo a través de la persistente exploración con instrumentos nada convencionales. "En el 95 hicimos la primera opera reggae -música, teatro, imágenes, sabores y olores, todo mezclado-. También realizamos un proyecto con la comunidad Krishna del DF, tocando reggae en sánscrito y canciones originales de la banda en fiestas importantes, y al mismo tiempo tenemos un fuerte acercamiento con varios colectivos y organizaciones como EZLN, Chavos de la calle y Trabajo en los barrios.", se entusiasma el Zopi.

De aquel receptor de radio donde emerge una armonía entre festiva y arrebatada, el chavito dejó la cantina atrás y se pierde por las callecitas de la plaza Garibaldi con una mueca de vaga felicidad, porque sabe, que a partir de ahora tiene algo distinto para cantar.

La nota completa en Sudestada n°41.

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Autor

Walter Marini