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Entrevista

Santiago Carlos Oves: "Soy un poco todos los directores que me han gustado"

La particular visión del cine del director de películas como El verso y Gallito ciego. Pasado y presente de un cineasta argentino.

Tengo la autorización para filmar el Caso Satanowsky", es lo primero que me dice Santiago Carlos Oves, con una tonada medio tanguera, cuando le alcanzo el especial de Rodolfo Walsh de Sudestada. Entretanto el director de Revancha de un Amigo, El verso, Asesinato a distancia y Gallito Ciego, me ofrece un té mientras yo husmeo entre las fotos que reposan mansamente en un estante. "Este premio lo ganamos en El acomodador. Es una linterna". Sonríe, pero sin cansancio, tiene dos proyectos de películas y un libro circulando por Internet. Igual sonríe, nos llegan ruidos de la calle en el barrio de Constitución y ambos sabemos que esos ruidos callejeros van a inundar todo lo que hablemos de su cine.

¿Cómo fueron tus inicios en el cine?

Empecé como espectador, porque en mi época, cuando era chico todavía la televisión no existía. En los años '50, cuando se hace la primera transmisión por tv yo tenía 9 años. Previamente a eso mi madre me llevaba al cine, nos íbamos a lo que se decía "día de damas", y nos quedábamos toda la tarde mirando películas. Ella me hacía un sánguche de pan flauta y yo me iba al cine. También iba los "días de niños", donde se daban las series de Tarzán, de Superman, de Flash Gordon; que, al igual que los "días de damas", eran más baratos, ibas por centavos, y te veías tres películas, en el centro había una, pero en los cines de barrio tres, y te quedabas toda la tarde viendo cine...

Películas de Hollywood... Y argentinas. Mi viejo tenía una carnicería en Barracas y yo me iba al cine colonial que estaba en Avellaneda, donde todas las semanas daban tres películas argentinas. Me gustaban mucho las películas de Alberto Castillo, por ejemplo había una que se llamaba La barra de la esquina, que tenía todas las facetas populares de las cosas que sucedían: estaba el anarco, el haragán, el cantor de tango. Pero las películas que me impactaron mucho por primera vez fueron; La guerra gaucha y Las aguas bajan turbias, de Hugo del Carril. Películas más sociales y que, además, me parecía un cine, a nivel mundial, casi hollywoodense, pero argentino.

¿Y después cómo te iniciaste?

Estudiaste... En realidad, me gustaba la actuación y escribir. Mis viejos estaban a cargo del cine Lorrange, donde ví por primera vez las películas de Trauffaut, Godard, Rizzi, Scolla, Monicelli. Entonces me preguntaron si yo quería ser boletero y acepté; me venía bien ya que yo no tenía laburo. El cine Lorrange se diría que fue una escuela, yo no fui a estudiar cine, pero estudié en el cine Lorrange lo que era el cine y el nuevo cine argentino: Favio, Martínez Suárez con Dar la cara, Antin que adaptó los primeros cuentos de Cortázar al cine. Así que era una escuela práctica, uno aprendía viendo cine. En ese momento con un amigo de Avellaneda, Julio Car, que quería hacer una obra de teatro, estamos hablando en la década del '70 (era un momento muy especial, a todos nos había picado el bicho de cambiar la historia), me animó a escribir una historia que se llama La toma, que es la dramatización de la toma de una fabrica. La ponemos en escena, y empezamos a darla en sindicatos, íbamos a clubes barriales, y a un montón de lados. Esa fue la época en la que salí a los barrios a hacer teatro, donde conocí realmente al pueblo, al cual yo quería escuchar.

¿Eras director?

Yo trabajaba de actor, escribía, cada uno hacía de todo, de repente me tocaba dirigir y por ahí me tocaba ser dirigido. Era indagar al barrio a ver lo que le pasaba y construir una obra de teatro que fuera el disparador de un acto político. La gente venía a montones. Pero yo necesitaba trabajar y unos amigos míos me dijeron de trabajar en cine. En el año '70 trabajé como pizarrero en una película que se llamaba Paño verde, de Mario Albin y ahí empezó todo. Pasé a ser continuista, lo que se llama en la jerga primer ayudante, después fui asistente, debo haber hecho más o menos 40 largometrajes, entre los que hice como asistente están Esperando la carroza, El infierno tan temido, Pubis angelical, trabajé en las primeras películas de Desanzo, fui asistente y co-guionista con Mignona, hasta que me cansé un poco y quise dirigir...

¿Tu primera película...?

Mi primera película se llama Revancha de un amigo, que hice con Darín, Quinteros, Ranni y Luisa Kuliok. Me la produjo Víctor Gómez y la estrenamos en el '87, más o menos al principio de la democracia, y era una película que hablaba sobre un desaparecido, pero estaba planteada en un género policial.

El género policial es una característica tuya...

Puede ser, pero por ejemplo El verso no tiene nada que ver, no es una película policial, y la película que voy a hacer ahora, que se llama Conversaciones con mamá tampoco. Yo no me preocupo por el género, me preocupo por lo que quiero decir; creo que el género es una herramienta política para plantar determinadas cosas, si uno quiero criticar a un personaje, o emplear la crítica en una situación, apela a la comedia, porque es el que mejor critica, porque es el género que mejor habla de la ridiculez es la comedia. Si quiero apelar a la comprensión de los personajes, tengo que utilizar matices trágicos y dramáticos, por ejemplo en Gallito ciego me interesaba contar la historia de un joven de hoy. Había visto Pizza, birra y faso, y algunas películas mas de jóvenes realizadores, y me daba la sensación de que todos hablaban de una categorización casi lúmpen del joven, no de la juventud en su totalidad. Los personajes son paradigmáticos de un tipo de juventud que existe, pero no toda es así, porque yo tengo una hija que estudió cuatro años de su vida para ser periodista y no consigue laburo, y está ahí, y hace lo que le venga, entonces me parecía interesante tomar como prototipo un chico que salía de la secundaria, sin relación ni con la droga, ni con el robo, ni con la necesidad, y, sin embargo, como los paradigmas de la sociedad, el policía corrupto y el estafador ya en su decadencia, lo llevan a cometer un acto delictivo. Tenía que transitar el género policial, pero sin quedar exento de la comedia, el drama, y lo romántico. Eso era, en el fondo, lo que me interesaba contar...


La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº13

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Autor

Fernando Krapp