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Dossier

Efecto Trueno

No cumplió todavía los 18 años pero ya es un fenómeno a escala mundial. Hijo de rapero, Trueno se adueñó de la escena del freestyle argentino, ganó las dos principales competencias en 2019 y, a partir de una explosión viral sin precedentes, es uno de los artistas más reconocidos del continente incluso antes de la salida de su primer disco. Viaje al centro del Efecto Trueno, o la vida breve de un pibe atrevido llamado Mateo Palacios, que arrancó en La Boca jugando con las rimas improvisadas y se transformó en el mejor de todos.

Trueno la pasa bien, o al menos eso comunica sobre la tarima. La primera impresión al verlo rapear es que fluye y se divierte sobre el escenario. Se burla de los acotes y de la voz de su adversario, se monta sobre la base como nadie, a puro flow hipnotiza y cautiva al mismo tiempo y, de cara al auditorio, saca de la galera su repertorio de punchlines. Y lo hace sin abandonar la sonrisa de su rostro, musical siempre pero también teatral y carismático, como si su talento le permitiera sobrar la batalla.

No tendrá la poética creatividad de Replik ni las métricas originales de Dani, quizá no pega tan duro como Dtoke ni proyecte agresividad como Papo, tampoco transmite tanta calle en cada rima como Klan o MKS, y queda claro que no es un talentoso todo terreno ni suma en sus letras el compromiso social de Wos. Pero lo de Trueno es otra cosa. Algo complejo de precisar. No, no es un artesano de la rima ni un animal salvaje que pega punchlines en cada barra. Lo de Trueno es puro flow, es bailar sobre el beat y acomodarse al ritmo con lo que mejor sabe y más le gusta: la musicalidad de sus rimas. Pero Trueno también es más: es carisma en estado puro, capaz de concentrar la admiración y el odio de un auditorio dividido pero nunca indiferente y de surfear esos extremos con cierta dosis de inocencia y buena onda, sin calentarse demasiado, sin siquiera regalarles su indignación al ejército de odiadores seriales que explota en las redes sociales, y sin distraerse demasiado con ciertos gajes de la fama.

Anotemos también una obvia certeza: Trueno es una explosión viral inédita en el mundo. Vamos por partes: es el protagonista exclusivo del video de freestyle más escuchado del mundo (con el plus de rapear en español), que ya superó los 84 millones de visualizaciones y dejó bien atrás a un tal Eminem, con sus 55 millones. Cuenta con 4,5 millones de seguidores en Instagram y una decena de páginas de fans en Facebook.

Participó de la segunda batalla más vista a escala global con 35 millones de visitas, compitiendo en dupla con Underdann contra Klan y Replik, con el Quinto Escalón como escenario mítico. Pero eso no es todo: recibió la pesada herencia del retirado de las batallas Wos y se quedó con los trofeos locales más codiciados (ganó la Red Bull Batalla de Gallos y la liga FMS Argentina).

Hay un elemento extra que permite configurar la dimensión explosiva del efecto Trueno: después del cierre del mítico Quinto Escalón como escenario natural de la mejor generación de raperos de esta tierra, ya en 2018 qué la liga argentina es, por lejos, la más convocante y atractiva del mundo puede haber muchos (podríamos citar la presencia de dos profesionales que hacen la diferencia, como el host Misionero y DJ Zone, o el trabajo profesional de la decena de MCs, que supieron transformarse de forma artesanal en personajes que se fueron ganando la admiración o el rechazo de hinchadas propias), queda claro que el factor decisivo en términos numéricos es un adolescente nacido en La Boca el 25 de marzo de 2002, que se llama Mateo Palacios...

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Autor

Hugo Montero