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Géneros. Abusos en el teatro

Cuando cae el telón

Asistimos a la revolución de las que dejaron sus miedos atrás, y cada vez son más las que se animan a contar los abusos. En los últimos meses se multiplicaron las denuncias en el ámbito artístico y, en particular, en el mundo de las artes escénicas. Profesores de teatro, actores de renombre, oportunistas tras bambalinas son escrachados por una generación que decidió, hace tiempo, no naturalizar el abuso. Lejos de un fenómeno transitorio, la ofensiva feminista también genera el abrir puertas cerradas por el silencio machista: debajo del escenario, cuando cae el telón, también gritamos: ya no nos callamos más.

El espejo, el piano y la alfombra. Luz visualiza los objetos en su mente, recuerda cómo estaban ubicados en aquella habitación, a veces cerrada con llave, hace más de 10 años. Para ese entonces estaba en el secundario, tenía 14 y estudiaba comedia musical. "Era un perro cantando", recuerda. Al salir de la clase de actuación se encontró con un barítono y actor, reconocido en Argentina por haber encarnado al protagonista de una novela clásica durante años. Él le dio su tarjeta personal: daba clases individuales de canto. Luz, que lo admiraba, no disimuló el entusiasmo cuando volvió a casa y su papá, que era taxista, le pagó las clases con un cheque. Cada quince días, ella salía de la escuela, en el conurbano bonaerense, y viajaba hasta capital. Estudiaba en esa habitación: la que tenía espejo, piano y alfombra. En la misma en la que, según cuenta a este medio, su profesor de canto comenzó a abusar de ella.
Luz tiene otro nombre. Al hablar con Sudestada pide que resguardemos su verdadera identidad. A medida que avanza en su relato repite varias veces en voz alta las escenas, como si así pudiera describirlas con mayor precisión. "La dinámica de las clases era siempre la misma", dice.
Al comienzo el profesor ponía a girar un cassette: las grabaciones les servían a los alumnos y alumnas para practicar los ejercicios en sus casas. Una de las primeras cosas que le enseñó a Luz fue a respirar en el diafragma, para que no se lastimara las cuerdas vocales al cantar. Y ese, recuerda ella, fue el inicio de una situación que nunca pudo manejar.
"Él apoyó la mano en mi panza para indicarme a dónde debía llevar el aire. Clase a clase la bajaba un poco más, hasta que me preguntó si me podía desabrochar el jean. Me tocó, pero yo estaba tan paralizada que no reaccioné, no dije nada", dijo Luz. Con el paso del tiempo, el malestar y la confusión se volvieron insostenibles: "Hacía comentarios sobre mi cuerpo y me decía que él daba la clase así por la confianza que había entre nosotros". Pero esas conversaciones no lograban escucharse en los casetes. Ella lo veía pausar el grabador en cada momento incómodo. Y eso duró meses. Luz, en el fondo, sabía que algo andaba mal.
"No puede estar pasándome esto a mí", "él es un gran profesional", "si lo hace así es porque no hay otra manera". Trataba de convencerse a sí misma, pero no había caso. Les preguntaba a sus compañeras cómo eran sus clases de canto, en búsqueda de algún indicio que lograra tranquilizarla. Hasta que un día el profesor invirtió los roles. "Tocame vos a mí, así ves cómo lo hago yo, de ese modo lo vas a entender", le dijo. Se acostó en la alfombra y tomó la mano de Luz. Pero ella se frenó, dispuesta a no continuar con el "ejercicio". "¿No baja más esa mano?", insistió el actor de renombre. Le bastó con mirarla para demostrar que no era una idea inocente.
Esa misma noche Luz se quebró ante su mamá y su papá, tuvo un ataque de nervios y al día siguiente fueron los tres a hacer la denuncia a un juzgado cerca de Tribunales. La justicia la citó tres veces a declarar. "Me preguntaron varias veces si había tenido relaciones sexuales y si estaba en pareja", recuerda. El proceso duró tres años y, en ese tiempo, el actor no pudo irse de gira a otros países, hasta que resultó absuelto. Luz se enteró de la noticia en los pasillos del juzgado y se largó a llorar en los brazos de su hermana.
"Me empecé a vestir con mucha ropa para no llamar la atención de nadie. Me sentía observada, vulnerada. Fui derivada a psicólogo. Tenía pesadillas y a veces lo confundía a él con otras personas mientras caminaba o conversaba con mis amigas en la calle", contó. Intentó escracharlo en su Fotolog y muchas pibas saltaron a defender al actor, que dijo ser víctima de una campaña difamatoria. "Vos decías que lo amabas, que era tu ídolo", se leía en los comentarios. La acusaron de mentirosa y "busca fama".
Luz fija la mirada en el piso, hace silencio y lo reconoce: "Era su palabra contra la mía, no había testigos y la grabación estaba cortada, no pudimos hacer más. Él sigue dando clases".



Abusadores en la mira
Asistimos a la revolución de las que dejaron sus miedos atrás. Cada vez son más las que se animan a contar los abusos que sufrieron por parte de compañeros de trabajo o estudio, profesores, amigos, familiares, novios o parejas ocasionales, entre otros tantos. La consigna "Ya no nos callamos más", que emergió con la fuerza de las pibas feministas en blogs y redes sociales, propone utilizar el habla como una herramienta legítima de autodefensa. Se volvió transversal en todos los espacios porque la violencia parece brotar: ya no se esconde, queda en evidencia. Y el campo de las artes escénicas no escapa a ese contexto...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

Agustina Lanza