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Cinestada

La buena edukación/ fin de semana revolucionario

Los edukadores cuestiona el devenir de los jóvenes revolucionarios del 68 y propone un accionar «anti-sistema» desde la ya trabajada óptica del triángulo amoroso. Otra muestra del potente nuevo cine alemán que toma a su cargo temas históricamente pesados. Aquí, dos redactores de Sudestada difieren (como no podía ser de otra manera) sobre la eficacia y el sentido ideológico que trabaja el filme.

Para cada quién, el cine significa algo distinto. A algunas personas ni siquiera les atrae, mientras que a otras les resulta interesante. Pero hay un grupo, reducido -auguro-, que decide hacer del cine parte fundamental de su existencia. Esta gente se entrega -una vez por semana, o tal vez todos los días- a aquello que la pantalla grande tiene para ofrecer. Vive miles de mundos, a veces con entusiasmo, otras con cierto desgano. Pero muy de vez en cuando, la pantalla le brinda un regalo inapreciable y que, tal vez por ello, sólo alguien de su especie puede llegar a valorar: una película que logra abstraerlo, absorberlo, conmoverlo, cambiarlo, someterlo
completamente a su reinado. Los edukadores es, sin lugar a dudas, una película capaz de ejercer ese tipo de magia.

Es jodido ser joven: en los '90 y en el nuevo milenio. Probablemente siempre lo haya sido y lo siga siendo. Cada tanto, aparece una película que parece poder captar la complejidad del asunto. La de Hans Weingartner es una de ellas, y en ese sentido se emparenta con una larga lista de films que va desde Generación X hasta Jules y Jim. Haciendo un recorte arbitrario, se podría decir que tres películas marcaron a nuestra generación: Generación X (Ben Stiller, 1994), Antes de amanecer (Richard Linklater, 1995) y, ahora, Los edukadores. La ópera prima de Ben Stiller (en su pasaje -no definitivo- de comediante a director) nos cuenta la historia de un grupo de jóvenes que terminan la universidad y se ven enfrentados a una disyuntiva: ¿Y ahora qué? ¿Morir en un trabajo no calificado para alguna cadena explotadora? ¿O negarse a ser absorbidos por el sistema durante tanto tiempo como sea posible? Con una estética que no logra despegarse los ticks de MTV (Stiller venía de allí, con su The Ben Stiller Show), Generación X enfrenta a sus personajes con los conflictos de esa generación que escuchaba a Nirvana: a los problemas laborales y la complejidad de encontrar un lugar en el mundo se suman el Sida, la homosexualidad, los padres que no entienden y la dialéctica entre los que «se venden» y los que no lo hacen, al menos todavía, buscando aletargar el mayor tiempo posible el ingreso al mundo de los compromisos (compromise, en inglés, implica también todo aquello que uno deja de lado, abandona, lo que se ve obligado a perder). Ethan Hawke es uno de los grandes íconos de la llamada «Generación X» y, tal vez por ello, no sólo dio vida a Troy (el joven-filósofo-rebelde más o menos con causa de Generación X) sino también a Jesse (el joven-filósofo-adorable de Antes de amanecer). Jesse y Celine, dos jóvenes que se conocen en un tren y pasan un día juntos en Viena, dialogan sobre los problemas y las ideas de esta generación que habíamos conocido en la película de Stiller.

«No creo que importe a qué generación pertenecés. Mirá a mis padres, eran estos jóvenes enojados del Mayo francés de 1968, rebelándose contra todo: el gobierno, su pasado católico conservador. Yo nací poco después y mi papá se convirtió en un arquitecto exitoso y empezamos a viajar por todo el mundo mientras él construía puentes y edificios. (...) Y ahora, para mí, es otro tipo de lucha. Todavía tenemos que lidiar con toda esa misma mierda. Pero no podés saber realmente qué o quién es el enemigo», reflexiona Celine en un pasaje. El fantasma de mayo del '68 se hace presente también en Los edukadores: el joven rebelde de la generación anterior devenido exitoso profesional, que poco a poco fue alejándose de aquellos ideales que solía abrazar hasta que ya no supo reconocerlos como propios, parece ser una recurrencia en el cine que busca decir algo acerca de la juventud actual. La lucha, a ciegas, contra un gran enemigo ilocalizable, que además parece perdida de antemano debido a las experiencias anteriores, es otra constante. Así y todo, el panorama que presentan estas películas, no es el de un derrotismo absoluto, sino uno que, aunque plagado de dudas y ambivalencia, también cuenta con algunas convicciones sobre las que construir un nuevo edificio: si los jóvenes del '68 se dieron vuelta como un panqueque, nosotros no tenemos por qué hacerlo; si parece imposible pelear con las mismas armas que ellos lo hicieron, vamos a crear otras nuevas; aunque parezca que el destino hacia el lugar donde aquellos fantasmas del '68 hoy se encuentran esté marcado para nosotros, vale luchar como se pueda por abrir un resquicio e intentar cambiar el rumbo. Todo esto puede parecer poco, pero es definitivamente mejor que la aceptación sumisa de lo que Ronald McDonalds tiene para ofrecernos.

En este sentido, Los edukadores también puede parecer poco, un intento fallido, una apología del derrotismo. Según como se la mire puede parecer, también, y más acertadamente, todo lo contrario. Ubicada dentro de esta saga (mucho más extensa que el arbitrario corte realizado por esta nota), Los edukadores se convierte en un nuevo capítulo en la historia que intenta comprender y explicar la batalla que nos toca pelear día a día. Y, en ese aspecto, el pequeño y particular grupo de activistas conformado por Jan y Peter (y los aislados intentos de Jule) se convierten en un canto de esperanza: todavía queda algo por hacer, y hay gente ahí afuera que lo está haciendo. Tal vez no con los mejores métodos, ni de la manera más organizada, en forma caótica. Pero aunque su metodología pudiera perfeccionarse, las ideas que abrigan no dejan de constituir una bocanada de aire fresco en medio de un cine que, a veces, cuando habla de los jóvenes parece que no tuviera nada qué decir (porque parece, a su vez, en esas películas del tipo de ¿Sabés nadar?, que los jóvenes, en un cuasi idioma truncado, no tuvieran tampoco nada qué decir).

La película de Weingartner refresca la pantalla como viene haciéndolo el cine alemán de un tiempo a esta parte. Una suerte de revisionismo histórico que pasa factura y cuestiona desde la pantalla grande la historia de un país cargado de sucesos: Goodbye Lenin! echa una nueva mirada sobre la caída del muro de Berlín y la Alemania unificada, La caída toma a su cargo el capítulo más oscuro de la historia alemana y Los edukadores cuestiona el devenir de los revolucionarios del '68, y dónde se encuentra esa lucha hoy. Un cine que acepte la responsabilidad que semejante tarea implica siempre va a ser cuestionado, siempre va a cargar con el peligro de dar algún paso en falso, y nunca va a dejar contentos a todos los espectadores. Pero es imposible no reconocer lo valioso que resulta su trabajo...

La nota completa en la edición gráfica Nº44

Fin de semana revolucionario
Por Jaime Galeano

Cuando uno toma la decisión de ver una película como Los edukadores no debe olvidar en ningún momento -aunque cueste y mucho- que se trata de una comedia, no de un documental. La comedia, como todos sabemos, es sinónimo de ficción. Por lo tanto, una creación de la imaginación, de alguien, de un particular o colectivo, en este caso del director austríaco Hans Weingartner. Esta vaga indicación, que pareciera subestimar su inteligencia querido lector, no adopta ese sentido: al contrario, es casi un consejo de amigo, y esto no es un detalle menor en tiempos oscuros y de amistades peligrosas. Créame, no lo es. De lo contrario usted podrá ser víctima de la indignación que puede propiciar por estos días la cartelera cinematográfica, o tal vez coincidir plenamente con el mensaje y embalarse, olvidar que era una ficción y, por ende, sentirse defraudado.

Los edukadores, en tanto producto artístico, es un film muy bien realizado y con actuaciones creíbles, pero no tan conmovedoras como se dice por tantos medios. La realización técnica y artística no es cuestionable, uno puede estar de acuerdo o no. Muchos se sienten identificados con estos tres jóvenes alemanes que cuestionan la globalización de mercado o el capitalismo salvaje, como usted prefiera llamar a este sistema actual. Estos militantes del nuevo siglo no se conforman con las opciones de vida que les brinda la Alemania post muro de Berlín. Están a la búsqueda de "algo", de una alternativa que supere y colme las expectativas espirituales e individuales que propone el mercado laboral europeo.

El problema es el discurso, el cómo, y la forma en que manifiestan esta búsqueda. Los edukadores, en breves minutos del film, no se privan de pasar revista por los más densos y actuales temas sociopolíticos y económicos del planeta. Ese discurso no es más que la extensión de alguna de las tesis pseudo complejas que tiene el autor respecto del mundo de los jóvenes globalifóbicos del norte europeo a los que él se siente cercano, identificado, ya que vivió de manera similar a los protagonistas décadas antes. "Cuando yo tenía veinte años era como ellos. Era un chico enfadado que gritaba ‘¡Revolución!', ‘¡Cambiemos el mundo!'. No luchábamos por los desamparados ni por un partido. Simplemente nos parecía que el sistema no funcionaba. Era igual de malo para los explotados que para los explotadores. No sólo era injusto, era alienante para todos. Mis amigos pensaban como yo, pero ninguno de nosotros encontró un grupo político al que unirnos. No queríamos que nos dieran órdenes; como Jule, queríamos ser libres"(sic).

La película cuestiona (¿de manera inconsciente?) este binomio: juventud y rebeldía. Que luego, durante el transcurso del film, "verdadero manifiesto antiglobalización" como indican algunas críticas de espectáculos, quedan emparentadas, casi fusionadas. ¿Qué es ser rebelde y cómo manifestarlo en este nuevo milenio? La rebeldía es planteada como producto innato de la edad, casi natural, casi ingenua. Pareciera que no existe posibilidad para que la rebeldía se complemente con inteligencia, con estudio de nuevas teorías políticas o superadoras de las ya caducas y fracasadas hasta el momento. Estos interrogantes se descartan de plano y se hace hincapié en la visión snob de rebeldía juvenil, cuasi estúpida, planteada por los actores durante los 120 minutos que uno debe soportar para que Weingartner lo palmee y le diga algo así como: "Si sos joven tenés que rebelarte al sistema, al mundo injusto de los adultos, si no sabés cómo, no importa, dale rienda suelta a tu espontaneidad innata, está todo bien..." ¿Saben qué dice el diccionario de esta última cualidad?: expresión natural y fácil de pensamiento. El voluntarismo, el idealismo, la búsqueda de la libertad, los límites del amor, la alternativa de cambio a esta injusta globalización son los horizontes de los actores; de lo que carecen es de método, de estrategia intelectual y teórica para planificar algo más que ingresar a la casa de los ricos, desacomodarles los muebles y dejarles un mensaje perturbador: "Sus días de abundancia están contados". La tensión se traslada al binomio inteligencia-voluntarismo. La juventud aparece absolutamente representada por la segunda. Y en última instancia no está mal, teniendo en cuenta que es la visión del director desde la ficción, el problema es cuando pretende concientizar: "Los edukadores es una película sobre la necesidad de un cambio político, pero no da respuestas claras porque no las hay". De acuerdo, ¿pero desacomodar los muebles de la burguesía y secuestrar a un gordito quebrado, ayuda en algo?...

La nota completa en la edición gráfica Nº44

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Autor

Anabella Castro Avelleyra