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Entrevista

Roberto Raschella: "No hay revolución sin transformación de las conciencias"

Escritor, poeta, militante, el derrotero de Roberto Raschella es, a la vez, apasionante e inabarcable. Conversar con él es sumergirse en un viaje de recuerdos y certezas, como aquella que Raschella defiende hasta hoy: una verdadera revolución se gesta en las plazas y, también, en la soledad de los cuartos. Por eso, propone volver a la lectura de Marx y de Gramsci.

Roberto Raschella es escritor, poeta y traductor. Fue maestro de escuela durante décadas, crítico cinematográfico y guionista. Es injusto imponer el pretérito en algunas actividades porque este porteño, del barrio de Boedo, es una síntesis de su propia historia. Con 85 años –nació el 30 de septiembre de 1930–, elabora sus argumentaciones desde una didáctica que utiliza imágenes y palabras propias y ajenas, a las que suma la música –académica y ópera– ya que se define como "un músico no intentado".

Recibió a Sudestada en un bar de Rivadavia y Agüero, a pasos de su casa. Tiene una energía que desborda en cada frase y también en los silencios, porque durante la pausa redobla la apuesta y agrega nuevos datos y conceptos. Con tendencia a la disgresión, un diálogo con Raschella es como el infierno de Dante: va en círculos hasta el infinito. Opina sobre poesía y literatura; refiere a una película del cine francés o del neorrealismo italiano; cita a Pier Paolo Pasolini; recuerda a los inmigrantes calabreses y a los trabajadores con quienes se identifica; rememora sus tiempos de maestro de escuela y, de pronto, monta en cólera cuando lee un zócalo en el televisor que se refiere al gobierno de Mauricio Macri o la causa judicial contra Cristina Fernández de Kirchner. "Esto va a terminar mal, acordate", profetiza mientras apura el segundo café, ya sin la medialuna que decidió quitar definitivamente de su menú. "Ya está, esa fue la última", afirma...

En 2015 publicó La follia utopística, la primera parte de una historia que tendrá tres volúmenes. El título encierra un episodio clave en la historia de la familia. En 1925 su padre, fundador del Partido Comunista en Mammola, Calabria, al sur de Italia, llegó a la Argentina huyendo del fascismo. Tras el Atlántico quedaron su mujer e hija como rehenes del régimen que no las dejaba salir del país. Después de muchas gestiones y asesorada por un abogado del pueblo, la esposa escribió dos cartas a Mussolini, a quien trata de Egregio (ilustre), "en las que critica a mi papá y le dice que su esposo padecía de 'Follia Utopística', una manera de decir que estaba loco", cuenta Raschella. Y agrega: "En el fondo hay que entender que muchos comunistas de esos años, décadas del '20 y '30, tenían cierta impronta anarquista". Finalmente, en 1929, el fascismo les entregó el pasaporte y viajaron a Buenos Aires para el reencuentro de la familia.

Roberto consiguió el prontuario de su padre, un expediente de treinta y tres páginas donde consta información sobre sus actividades políticas hasta 1942, y que comienza con esas dos epístolas en las que aparecen subrayadas, no se sabe por quién, las palabras Follia Utopística. Follia, en italiano, significa locura y alegría al mismo tiempo, así que para Mussolini fue un caso de locura utópica. Conoció la historia de su papá que murió a los 58 años cuando él tenía 22, por tradición oral. "Alguna vez mi padre me habló de unas cartas, unas cartas que ella se atrevió a escribirle al Duce cuando había quedado casi encarcelada en el país y él aquí estaba, también encarcelado: el país sin el hombre y la ciudad sin la mujer sólo pueden ser cárceles. Los sacrificios, sin embargo, son propios de la naturaleza de la especie, y si no te sacrificaste nunca por algo no mereces el nombre de persona sagrada, en el cuerpo y en el alma", escribió en La follia utopística.


–Al leer el prontuario ¿se fortaleció el imaginario sobre su padre?


–Sí, fue como encontrar el cuerpo de un desaparecido. Algo extraño, como decir "era cierto". Algo en lo que siempre creí pero en ese momento tuve la comprobación.

Por estas cuestiones es que "no puedo disociar la literatura de mi historia personal y colectiva, del amor por los humildes porque me siento uno más", sostiene. "Pero entre mi madre y mi padre había, por cierto, una diferencia. Él expresaba palabras que había leído en algún lado, en los periódicos del Soccorso Rosso y de los desterrados de la idea, de la follia utopística. Ella traducía los romances, las frases que le quedaban de las tardes sobre la mesa de la cocina: la cabeza mata, había escrito el Narrador en el romanzo de los pobres amantes, y ella lo repetía contenta del hallazgo, y después se leía a sí misma que todos los ricos y los burgueses se habían pasado al bando de los fascistas, y los curas se habían levantado la túnica y los bendecía. 'En la vida uno puede equivocarse cuando no se tiene noción de lo que es bien y de lo que es mal, pero una vez comprendido, ya no es posible equivocarse nunca más'", escribió en La follia…


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)

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Autor

Marcelo Massarino

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