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Carlos Polimeni

"Me interesaba recuperar a un tipo que estaba en el olvido"

Entrevista con el autor del libro Luca. Un ciego guiando a los ciegos.

Una biografía sobre Luca en aquellos años era un desafío ¿Cómo te surgió la idea de hacerla?

-A principios de 1989 nace el diario Sur. Yo en ese momento trabajaba en Clarín y me convocaron para hacer un suplemento joven al que le puse de nombre "El tajo". Para el diario era muy importante tener un suplemento joven, a tal punto que salió su primera edición un día jueves, que era el día que salía el suplemento. Era parte de la campaña de difusión, ya que hasta ese momento Página/12 no tenía un suplemento joven y era un diario competidor de público. Yo venía de escribir para Clarín muchas notas sobre rock en los ochenta, también publiqué varias entrevistas en el suplemento Sí. Al hacerme cargo del suplemento, cuando llegó el momento de definir el sumario del primer número y pensando qué gancho podía pegar de entrada, apareció la idea de hacer algo sobre él. Había pasado un año y meses de su muerte y, aunque ahora parezca mentira, era un personaje olvidado, ya nadie hablaba de él. Hice una nota rastreando un poco qué había quedado de aquellos años. "My name fue Luca" se llamó la nota, jugando un poco con el tema de Suzanne Vega que en ese momento estaba de moda y se llamaba "My name is Luka", y también mezclando y jugando con ese modo único con el que Luca hablaba. Me contacté con músicos y personas que habían compartido la vida con Luca y salió un buen número que llegó a la gente. Una vez que salió esa nota, apareció Eduardo Berti, que había publicado su libro sobre Spinetta y dirigía un sello editorial y me propuso hacer el libro sobre Luca porque le había resultado interesante aquella nota.

Así fue que durante todo 1989 y el siguiente año me enfrasqué en tratar de escribir algo sobre Luca, sobre lo que se podía recuperar de su breve e intensa historia, algo que no era fácil porque en las entrevistas que había dado mezclaba datos de su pasado y muchos no coincidían. Además, sobre todo, me interesaba recuperar a un tipo que estaba en el olvido, un tremendo perdedor parecía. Me acuerdo de que cuando murió Luca yo pregunté en Clarín qué espacio me iban a dar para escribir esa triste noticia y me dijeron 25 líneas. Nota C, una nota que se pierde en el diario. Me quedó la sensación de que se moría alguien importante y que no le importaba a nadie.

-Eran épocas convulsionadas en el país, con la irrupción del menemismo...

-En aquellos años ocurrieron muchas cosas en la Argentina: se fue Alfonsín, llegó Menem, comenzaron los noventa y el rock se popularizó. Los Redonditos de Ricota pasaron de ser un grupo under a uno que llenaba estadios, se fue creando una arena propicia para que Luca pasara a dejar de ser un muerto olvidado para ser presente y convertirse en un mito. Ayudó mucho el contexto social que se dio en los noventa para que ello ocurriese. El retorno de la democracia y el optimismo alfonsinista generaron una estética: Soda Stereo, Los Twist, Fabulosos Cadillacs, Los Pericos... más allá de ciertas tendencias, esas bandas eran una versión de ese optimismo. Eso de que con la democracia estaba todo bien, había que saltar, bailar y divertirse. El rock era demasiado rígido para ese momento. Incluso Charly y Spinetta se plegaron bastante a eso. A mí me parece que Fito Páez por cuestiones personales, Los Redonditos de Ricota por su raigambre política y Luca con Sumo eran la contracara de ese optimismo. Con canciones duras, de cierta oscuridad, desesperadas, nihilistas. Pese a todo, en los ochenta ocuparon un lugar chiquito. Yo tengo una visión política sobre el rock y por qué la música pega en determinados sectores y en otros no. En los noventa, cuando la gente se dio cuenta de que con la democracia igual no estaba todo bien, se dieron los indultos, la libertad a Videla y la sociedad cambió. Se revalorizó lo que habían hecho años atrás. Por eso la explosión de Fito Páez con El amor después del amor y Los Redonditos con La mosca y la sopa.

-Y a esa altura, Luca ya no estaba...

-Luca ya no estaba, pero su obra sí. Y los músicos que lo acompañaron en Sumo, con Divididos y Las Pelotas a la cabeza, terminarían siendo muy importantes. A esa altura de los noventa, bandas nuevas como Los Piojos, Bersuit Vergarabat, La Renga o Attaque 77 habían recibido la herencia de Luca no sólo en cuanto al público sino en lo musical. Había en ellos una revalorización de Luca que claramente no tenían los músicos de los ochenta. Me parece que se dieron muchas cosas juntas para hacer agigantar el mito y revalorizar el legado de Sumo. El libro hizo su aporte y ayudó a que Luca transitara por una vereda más ancha, mostrando a un personaje con una mirada artística y social más completa, en medio de una vida compleja.

-¿Cómo fue recuperar las pocas entrevistas que había dado Luca a los medios y por qué la elección de publicarlas completas?

-Fue reconocer el laburo que otras personas habían hecho. Yo a Luca lo entrevisté varias veces, vi decenas de recitales de Sumo, conversé con él fuera de los escenarios, me lo crucé en el cine viendo una película de Fellini, lo vi durmiendo en plazas... era un tipo bien callejero en una época en la que muchos estábamos transitando las mismas veredas. Decidí homenajear el laburo de otros porque además las notas eran muy buenas. Yo no quería apropiarme de eso y preferí que salieran en su versión completa porque eran un buen aporte para mostrar a un Luca vivo.

-De las entrevistas que realizaste para el libro ¿cuál resultó más reveladora para desentramar el personaje de Luca?

-Jorge Crespo, que era manager de Sumo, hablando sobre el proyecto que narra su vida me tiró la idea de que Luca era una especie de Johnny Carter, el personaje protagonista del cuento "El perseguidor" de Julio Cortázar. Trabajé el libro un poco a partir de esa idea. Además, tanto Charlie Parker como Cortázar me gustaban y la idea de ampliar la mirada de los lectores me parecía algo atractivo. Mezclar el nudo más bizarro del rock con la literatura o la música de Parker era un desafío interesante porque los caminos muchas veces se bifurcan, y ese creo que es uno de los grandes aportes del rock a la cultura en sí: abre puertas a otros mundos a los pibes que escuchan esas banda.

-¿Tuviste algunas trabas al realizar la investigación? ¿Qué pasó una vez que el libro fue publicado?

-No, antes ninguna. Incluso a la presentación del libro fueron algunos músicos de Sumo. Era una época muy turbulenta, con gente que después de la muerte de Luca estaba deprimida, perseguida, algunos con problemas legales y policiales incluso. Entonces, nada fue muy fácil para los ex Sumo en aquellos años. Pero tanto Timmy MacKern como Jorge Crespo, Ricardo Mollo y Diego Arnedo se brindaron para las entrevistas que hizo Víctor Pintos, un colaborador del libro. Después cada músico intentó, por razones prácticas, despegarse de la imagen de Sumo. Si Luca había muerto por un pico de heroína, como decía una versión que corría por esos tiempos, era algo complicado para todos. A mí nunca me interesó indagar en su muerte porque yo quería contar su vida. Había en ese momento una campaña en televisión protagonizada por Guillermo Patricio Kelly, que decía que Luca era un heroinómano, lo que deparó que toxicomanía empezara a buscar adictos y una supuesta pista de la heroína. Eso hizo que muchos de los que transitaron esos años junto a Luca quisieran apartarse de ese problema, por eso todos los músicos buscaron una distancia, para que la luz de Luca no terminara chupándolos a ellos mismos, cosa que podía pasar. Hay muchas personas que viven de ser "las viudas de".

-¿Qué elementos de la personalidad de Luca pensás que lo hicieron tan popular pese a que cantaba en inglés la mayoría de sus canciones?

-Cualquier artista importante es plausible de múltiples lecturas. Y en Luca se da ese caso. Una lectura rápida es la imagen del rebelde de pantalones rotos, la ginebra, el aguante, el fuck you, digamos una mirada fierita de un chabón de la calle. Esa es una lectura importante pero que reduce su figura, porque Luca fue eso pero además bastante más que eso. Hay otra que es la influencia musical de Sumo en nuestra música. En un momento donde se habían prohibido las canciones en inglés, viene uno que canta en ese idioma y da vuelta todo al frente de una banda argentina con un cantante italiano-inglés que se fue porteñizando en un proceso que quedó trunco. Y lo hacía con propiedad, no era un calco al estilo Los Shakers. Y la banda era una ametralladora, una recontra banda. Artistas como Fito Páez te dicen que la mejor banda que vieron sonar en vivo fue Sumo. Luca era un tipo tremendamente amplio: metió saxos, cantaba en inglés. Era una banda que parecía salida de la escena cultural de Londres, era contracultural, revoltosa. Una rareza excepcional que le abrió el panorama al rock nacional. Metió un mimo en un escenario y él mismo era una especie de showman que citaba a Borges o a Joyce en los intervalos entre las canciones. Además fue el primer cantante que se paraba solo sin ningún instrumento al frente de una banda, no había nadie que hiciera eso... y además estaba pelado. No había pelados en nuestro rock, muchos que se quedaban con pocas mechas se retiraban antes de tiempo. Y hay otra cosa importante que subyace: Luca era un tipo educado en la aristocracia escocesa, de un nivel cultural extraordinario, que la gente no necesitaba saberlo pero muchos lo intuían. Sumo fue la primera banda de reggae en la Argentina cuando el género recién estaba masificándose en Inglaterra. Son muchos niveles que hacen al personaje único. Su aspecto más contracultural de salir en lugares que nadie pensaba era parte del desmadre de la cabeza de Luca. Él mismo era una anormalidad, que estuviera vivo a esa altura con sus adicciones previas y su borrachera argentina era algo que nadie esperaba.

(La nota completa en la Sudestada N° 135 - diciembre de 2014)

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Autor

Ignacio Portela