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Papeles amarillos

Elvio Romero. "Tendrás tu tiempo"

Caminó desde siempre por el sendero silencioso de los grandes. Su nombre se hizo ya poesía entrañable, sus versos pertenecen a la incompleta antología de un país que parece intentar olvidarlo. Aquí, el recuerdo emocionado de un escritor que alguna vez fue un joven poeta, con sus versos entre manos y con Elvio Romero del otro lado de la mesa.

Con menos de veinte años andaba con un manojo de poemas de editorial en editorial. Estaban pasados a máquina y había hecho algunos juegos de fotocopias del duplicado. Obviamente, mi sueño era publicarlos, hacer un libro. Daba todo y más por tenerlo. Gente cercana me había sugerido que debía realizar una edición por mi cuenta. Que existían pequeñas editoriales e imprentas que publicaban tiradas reducidas que no eran muy onerosas. Que así se empezaba. Que muchos grandes lo habían hecho. Pero eso estaba en contra de mi sueño. Mi ambición era que una editorial me descubriera, casi que me sacara las poesías de la mano y las publicara con bombos y platillos. De día trabajaba como cadete y por la noche estudiaba en la universidad. El objetivo era vivir de la literatura, no pagar para que me editaran. Como era de rigor, me imaginaba viviendo en una buhardilla sórdida y húmeda tal como debe vivir un escritor. Incluso con uno de mis primeros sueldos me compré un sobretodo largo de color azul. Era como una capa, como la que describe Neruda en sus memorias, sólo que la suya era negra. La compré azul porque no había negra. Mi sobretodo largo tenía su onda y aunque mi novia de aquel entonces, con un criterio muy terrestre -quizás demasiado terrestre-, aseguraba que no le gustaba porque era muy finito, abrigaba poco y que por eso estaba permanentemente con mis broncoespasmos. Así vestido, recorrí muchas editoriales dejando mi manojo de poemas. Nunca me recibió nadie. Jamás pasé más allá de las chicas de mesa de entrada. Algunas eran muy atractivas. Para aumentar mi desazón, ni siquiera ellas me prestaban la atención que suponía que una mujer debiera otorgarle a un poeta con un talento oculto como el mío. Ni me miraban...

(La nota completa en la edición gráfica)

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Autor

Marcelo Valko