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Nuestra América

Buenaventura, el ojo del huracán colombiano

Lejos de la mirada de los grandes medios, la ciudad portuaria de Buenaventura es el escenario de la impunidad paramilitar. Allí se mixturan crudas realidades como el hambre, las torturas, el descuartizamiento y la desaparición de personas. De un lado, la complicidad del Estado de Santos. Del otro, la lucha de un pueblo que no se resigna a un presente sangriento, provocado por la acción de los grupos paramilitares.

Desde el 12 de febrero pasado, los medios de comunicación oficialistas denunciaban indignados la tensión que se vivía en Venezuela debido a las manifestaciones convocadas por los líderes de la oposición por la supuesta vulneración de los derechos civiles, los altos niveles de violencia delictiva, la escasez crónica de productos básicos y la presunta injerencia del castrismo; alertando sobre capturas, allanamientos, disparos indiscriminados a miles de manifestantes realizados por la Guardia Nacional Bolivariana, y convocando a solidarizarse con la transmisión de los acontecimientos debido a la infundada censura realizada desde el régimen. Sin embargo, nada decían de lo acontecido en una de las zonas más golpeadas por la guerra en Colombia durante la última década: Buenaventura. Ubicada en la región del Pacífico, Buenaventura es la ciudad portuaria más importante a nivel nacional debido al volumen de carga y comercio que se desenvuelve allí, con una población de 35 mil habitantes, de los cuales el 84 por ciento son afrodescendientes, según cifras oficiales.
El 19 de febrero, mientras los señalamientos hacia el país vecino continuaban, nada mencionaban acerca de la multitudinaria manifestación que atravesaba las calles de Buenaventura exigiendo el cese de la violencia, los desmembramientos y que se terminara de una vez por todas con la existencia de las "casas de pique" -donde los paramilitares pican con machete y cuchillo a las personas-, bajo las consignas "No más violencia", "También nos duele", "Queremos la Paz", "No más extorsión" y "No más muertes".
La noticia salió en los medios hegemónicos recién el domingo 24 de marzo. La revista Semana publicó entonces un artículo en el que señalaba la difícil situación por la que atravesaba la región del Pacífico: "La noticia es que este mes la violencia llegó a tal punto que los ojos del país se volcaron, al fin, sobre ese pedazo de Colombia. Mientras Francisco Lloreda, alto consejero para la Seguridad Ciudadana, anunció la llegada de un préstamo por 400 millones de dólares para invertir en la región, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, confirmó la militarización de Buenaventura para tratar de contener la ola de violencia". Mostrando un supuesto interés emotivo, expresaba que a comienzos de marzo el país se había escandalizado con el descubrimiento de las "casa de pique", donde torturan personas. En el mismo artículo se añadía: "Lo absurdo es que causó más revelo el descubrimiento del sitio de ‘pique', que la aparición meses antes de cuerpos humanos en las playas del puerto", pese a que la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz durante varios años lleve denunciando, de manera sistemática y rigurosa, la permanente zozobra en la que vive la población debido al constante desplazamiento, la extorsión, el amedrentamiento, la amenaza y la desaparición. Para el 6 de enero, la Comisión ya realizaba la primera denuncia pública, alertando la necesidad de una misión por la vida en el puerto, ya que Buenaventura se ha convertido en un símbolo de la máxima barbarie que vive Colombia.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)

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Autor

Tania Camila Bonilla