Buscar

Nota de tapa

Redondos: Cadáver exquisito

Desde hace ya varias décadas, un fantasma recorre Argentina. Es el fantasma de Patricio Rey. Al igual que aquellos viejos y gastados símbolos que agotan los tiempos en un errar de perpetuo misterio, el fantasma de Patricio Rey se hizo bandera en alto para varias generaciones, fue la voz en la garganta de cientos de miles de pibes sin rumbo fijo, la cara en las remeras en todos los rincones del barrio y la hazaña contada a gritos entre los afortunados testigos de alguna de sus esporádicas apariciones.

Y la fama del fantasma creció, como crecen de forma subterránea aquellas leyendas que ignoran los eruditos y los cronistas de la nada diaria hasta que el mito estalla ante sus ojos. Creció por abajo, perdiéndose en los laberintos de un país bien acostumbrado a venerar leyendas imposibles. Patricio Rey no estuvo solo, nunca, eso es verdad. Conocido fue que sus representantes en estas tierras, los Redonditos de Ricota, ejercieron la inquebrantable voluntad de un ejército adiestrado para romper las reglas, para cambiar el curso de la música criolla, para ejecutar con sus armas musicales la más sanguinaria de todas las batallas.

Nadie supo nunca, a ciencia cierta, dónde ni cuándo nació el mito, ignorancia indispensable para delinear su imagen de inasible misterio, de bordes sombríos y misteriosos que jamás se terminan de recorrer. No hacía falta tampoco conocer demasiado sobre el fantasma y su ejército. Pero el mito creció demasiado, creció hasta cobrar formas desmesuradas, hasta llegar a desbordar la capacidad de control de sus propios protagonistas. Y los Redondos bajaron, de golpe, del mito a la realidad trágica de todos los días. El mensaje del fantasma comenzó a desvirtuarse, sus palabras se desdibujaron, la música se perdió de pronto en la muchedumbre extasiada de gritos y empujones y, por fin, se perdió en el silencio. Quizás para siempre...

Nunca una banda de rocanrol surgida de las entrañas de esta tierra dijo tanto. Nunca un puñado de músicos consiguió convocar multitudes y dirigirlas hacia los lugares más inverosímiles, fuera de cualquier tradición roquera. Nunca un grupo edificó una historia propia atravesando el camino con una independencia que agigantó su simbólica resistencia, que se confundió con un discurso críptico que fue repetido hasta el cansancio por cientos de miles de fanáticos. Los Redondos fueron todo eso, un mito que surgió de la nada y comenzó a crecer sin detenerse a mirar hacia atrás. Un fenómeno que excedió lo musical y alcanzó un perfil social inesperado, que representó como símbolo la resistencia, la rebeldía y la violencia de un tiempo signado por la realidad de un país que hoy se desangra. Por eso sus contornos parecen poco claros, aún hoy. Quizás los Redondos digan demasiado, aún desde su ausencia, aún desde su condición de leyenda perdida.

Un fantasma recorre estas tierras, atraviesa con sus canciones una época y todavía mantiene su lugar épico dentro del rock. Se trata de un mito bien argentino, y de un fantasma que arrasó con muchas de las viejas convenciones alrededor del mundo de la música. Un mito con final conocido, pero con demasiadas puertas abiertas como para eludir la tentación de abrirlas a todas. Y asomarse.

Quizás, detrás de alguna de ellas, se oculte la sombra de un fantasma con muchas cuentas que saldar, todavía

.

Artistas, locos y criminales

La raíz del mito puede buscarse en La Plata, en unos convulsionados años setenta. Allí, entre bohemios, rebeldes y desesperados una banda de amigos comenzó a delinear el borrado0r de la historia de Patricio Rey.

"Estos tipos tienen una neurosis mística" explicaron los médicos al padre de Eduardo, en referencia a su hijo y a otros cuatro que habían sublevado a la peonada que trabajaba en el campo de los Beilinson. De esta manera, los pibes rebeldes debieron abandonar sus andanzas por el interior del país y tuvieron que regresar a La Plata, su lugar de origen. Pero ya nunca pudieron separarlos porque eran parte de un mismo organismo. Fue ahí cuando ingresaron al grupo La cofradía de la Flor Solar Eduardo "Skay" Beilinson y Carmen "Poli" Castro, donde conocieron al Mono "Rocambole" y se toparon con ese "astronauta italiano" llamado Carlos Indio Solari.

Mucha creación y delirio colectivo de principio de los setenta. Arte y drogas en un colectivo de gente que hacía teatro, música, plástica, fabricaban artesanías y, sobre todo, mucho cambalache. La Negra Poli, manager espiritual, recuerda que "había mucho amor en toda esa manga de delirantes que no hacían otra cosa que buscar una familia.

Una familia para los malucos, una búsqueda pacífica, donde la música expresaba la alegría de encontrarse. Se tomaba conciencia y se exigía a los demás desde el propio ejemplo".

De las cenizas de Diplodocum, el grupo que formó Skay y otros miembros que rotaban continuamente, se encuentra el origen de los Redondos, como se los conoce en la calle. "Había que ponerle un nombre al despropósito y surge Patricio Rey, el que está y no está, el que se corporiza cuando nos reunimos. Pero para hablar de Patricio, mejor el Indio, nosotros los malucos, éramos los Redonditos de Ricota", reconocía Poli. Pero fue Guillermo, el hermano de Skay, el que introdujo al Indio en ese grupo de bohemios. Por ese entonces se hablaba de formar comunidades, meterse en distintas religiones no convencionales y de llevar el arte por todas partes. Las funciones tenían de todo: monólogos del "Mufercho" en un principio y de Enrique Symns posteriormente, gallinas en el escenario, mucha gente del under porteño y platense hasta ese momento desconocidos. Cada presentación ricotera era un cóctel de amistad y festejo...


Estás cambiando más que yo....

La muerte de Bulacio, los laberintos de una supuesta independencia y la crónica de un final anunciado para una banda que hizo de las contradicciones un discurso masivo.

Desde sus inicios los Redondos irrumpieron y se destacaron dentro de la escena roquera por su perfomance creativa muy distintiva. Un rock crudo y sucio, una estética y códigos determinantes que poco a poco fueron construyendo una ideología que sacudió con fuerza el panorama del embrionario rock nacional.

Esta comunidad compuesta por una amalgama heterogénea de artistas (músicos, actores, bailarines y artistas plásticos) se nutrió -consciente o no- con destellos de las vanguardias artísticas de los setenta. Desde sus primeros pasos la banda supo trasladar algunos debates de la vanguardia artística al campo popular roquero.

Cabe destacar que dentro de la estética del mundo ricotero, dentro de sus primeras prácticas discursivas enuncian palabras o conceptos en sus letras como internacionalismo, compromiso, politización, arte revolucionario y modernización que el grupo resguardó siempre dentro de los márgenes de su cerrado campo artístico, el rock. La práctica demostró que nunca esos conceptos tuvieron otra intención que la indagación creativa. Pero por sobre todas las cosas han remarcado el concepto de la independencia de todo y de todos.

En todo el periplo se convirtió en un pilar fundamental, un tubo de oxígeno que posibilitaba la sobrevivencia de la banda a cualquier costo. Lo curioso es que el Indio Solari, a escasos segundos de iniciar los megarecitales en River Plate, seguía hablando de independencia.

Esta independencia acuñada en los comienzos, desde los recitales en el teatro Lozano ayudados por el éxito de su primer disco Gulp; hasta el noveno trabajo discográfico, Momo Sampler, determinó que la banda se convirtiera en un fenómeno musical de masas sin precedentes y que el concepto independiente en todo el recorrido haya sufrido tantas transposiciones de sentido. A tal punto que quizá el único personaje capaz de sostener ese argumento fuera el mítico Patricio Rey, figura retórica utilizada cada vez que los acontecimientos rebasaban la órbita del discurso redondo, una especie de Deux Machine utilizada en las tragedias griegas.

Esta independencia consistía en la producción y distribución de sus discos y también en la organización de sus recitales. En el ascenso supieron rechazar alguna vez jugosas ofertas de empresarios como Daniel Grinbank o de músicos como Charly García quienes se ofrecían para organizar los eventos y producirlos. Pero no por mucho tiempo. La elección de los lugares para sus presentaciones, la imposición de condiciones a la prensa, la inusitada indiferencia con la televisión, eran los principios fundamentales que respetaban.


Asignaturas pendientes

Desde siempre fueron la oveja negra del rock nacional. Independientes, masivos y polémicos, los Redondos emprendieron un viaje que los llevó a un lugar en el que nunca estuvieron demasiado cómodos.

Hablar, o mejor dicho, escribir sobre ellos en estos días es remitirse a una ausencia. Es así, hoy los Redondos son pasado. Aún a contrapelo de la fortaleza de su música, que perdura, y a pesar del decadente panorama en el escenario del rock nacional, que se agrava; escribir sobre los Redondos es dirigir la mirada hacia un fenómeno que eligió dejar un lugar desierto: el de la banda que mejor reflejó, en su poesía y su música, la identidad de un tiempo y de un lugar. Lo que queda son resabios de viejas polémicas, el patético desfilar de algunos de sus enemistados críticos (cada vez con menor autoridad para ejercer cualquier postura ética), y un mito que se agiganta disparado por un presente musical lamentable como el argentino. De lo que hablamos entonces es de esos resabios. Es decir, intentamos definir los rasgos de una ausencia.

Vale aclararlo: los Redondos ya eran un mito antes de editar su primer disco. Su fama crecía en el ambiente under como una banda de culto, sus seguidores no eran muchos pero cualquiera con algún contacto en el submundo del rocanrol en los setenta algo había escuchado de ese tal Patricio Rey. Pero con el tiempo llegó la masividad, y la banda abandonó a la fuerza el refugio del ghetto y se instaló sin anestesia en el mundo real. La banda que se había prometido llegar sin traicionarse, ahora debía replantearse cada uno de sus principios. No importa mucho, a decir verdad, si alguna vez criticaron a los que tocaban en Obras para, años después, llenar ese estadio más de una docena de veces. Tampoco surge como una contradicción demasiado aguda creer que el dinero fue el que impuso las normas y los nuevos paisajes de sus recitales, porque fue esa masividad fuera de control la que les fue marcando el camino. No había otra que tocar donde tocaron, y no está nada mal llenar Racing y River, después de un esfuerzo de tantos años, si una multitud es la que reclama...


"Yo había anunciado el desastre" Por Enrique Symns*

Me alejo de la banda porque se produce un distanciamiento y una tensión en el interior del grupo. Prácticamente yo era el último irregular que había sobrevivido a la matanza de artistas que produjo Poli. Ya no me permitían monologar sino que me obligaban casi a cantar haciendo canciones porque consideraban a mis monólogos demasiado sexópatas y agresivos. Finalmente me enfrenté primero con Poli.

Luego en el recital en el Bambalinas de La Plata, con gaseada de la policía al público mientras todos se escapaban cobardemente del escenario, yo me enfrenté con la policía. Con Ricardo Ragendorfer reventamos a un cana y Skay se quedó tocando un solo de Jimi Hendrix en el escenario. Fue maravilloso. Ese fue el detonante para una carta editorial que escribí que se llamaba «Deténgalos, deténganse» en donde con superposiciones de frases de distintas letras del Indio, les advertía del desastre que se avecinaba.

Ese recital fue mi última visita al grupo. Nunca los volví a ver en grupo.

Yo había anunciado un desastre, cuando muere Walter Bulacio le escribo esa carta al Indio Solari en Cerdos y Peces y lo acusó de complicidad en el crimen: era policía contratada por ellos la que había matado al muchacho. Sin embargo, ni el Indio ni Skay reconocieron nunca la muerte como asesinato. Han pasado los años, y aún hoy cuando por todos es reconocido el homicidio, todavía los Redondos no asumieron la culpa y responsabilidad en ese crimen.

Esa muerte me puso del otro lado de la calle de los Redondos, lo de Walter fue el primer asesinato en el rock argentino.

De todas formas, y hablando de música, Los Redondos fueron la mejor banda del rock nacional, sin duda alguna, pero los últimos discos son irrelevantes, son copias de copias de sí mismos. El mejor disco fue Oktubre, es el más conceptual, todo lo demás está inscripto en ese disco, el más emblemático del rock nacional. Incluso en el discurso se nota eso, es pura demagogia, es pura mecanicidad del Indio que es un intelectual de poca monta que repite conceptos pero que jamás los ha experimentado en el campo social.

Habla de los «pibes de Laferrere» y no tiene la menor idea de lo que es Laferrere.

(*) Creador de la revista Cerdos y Peces y monologuista durante los primeros recitales under de Los Redondos.


(Completa en Sudestada edición gráfica Nº 28)

Comentarios

Autor

Jaime Galeano, Hugo Montero e Ignacio Portela