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Entrevista con Víctor Hugo Morales

"El cambio dramático en el periodismo es la mentira"

De un lado, propaganda y justificación. Del otro, manipulación y mentira. En el medio, un mapa mediático marcado por la polarización, y un grupo de periodistas que se transforma en referencia de sectores políticos antagónicos. Entrevistado por Sudestada, Víctor Hugo Morales defiende un proyecto de gestión que comparte, pero también abre la puerta a la crítica y al debate. Primera parte del dossier "¿El fin del periodismo?", que se completa con la opinión de Natalia Vinelli sobre el pobre desarrollo de la Ley de medios.

El presente del periodismo argentino parece signado por una confrontación cada día más aguda; una puja en la que la verdad asoma como la primera ausente. Entre un discurso opositor que manipula la información y tergiversa la noticia hasta el extremo del grotesco para oscurecer el panorama y debilitar al gobierno, y otro relato oficialista que elige ignorar temas conflictivos, oculta pasados ríspidos y justifica las miserias de la gestión; asisten a esta batalla millones de argentinos. Desde el escenario mediático surgen dos figuras contrapuestas y con una enorme carga simbólica: desde la oposición, Jorge Lanata con su show televisivo financiado por el Grupo Clarín. Desde el oficialismo, Víctor Hugo Morales, que se ha convertido en el blanco ideal para los ataques desde el otro sector por su alineamiento. En un contexto en el que ejercitar el pensamiento crítico significa cuestionar verdades aparentes de los aliados, en el que apostar a la crítica y al argumento parece una concesión al adversario, el mapa binario de la realidad cruje por todos lados. Y en los extremos de la manipulación, en las grietas de una polarización con demasiados funcionarios y empresarios involucrados y poca investigación, el rol del periodista está en cuestión.

Dispuesto a una extensa charla, Víctor Hugo respondió a las preguntas de Sudestada con la voluntad de contar sus verdades y sus certezas por un proyecto que defiende, pero sin ocultar sus críticas y cuestionamientos. Una conversación imperdible con uno de los hombres clave de la realidad política de estos días.

-Viendo el rol opositor que ejercen los medios hegemónicos en la escena política, y la ausencia de pensamiento crítico en la prensa ligada al gobierno, ¿pensás que esta discusión sobre la realidad desde lugares tan polarizados hace que el periodismo tienda a degradarse o a transformarse en otra cosa?

-El periodismo ideológico es el origen del periodismo. La gente hizo diarios para decir lo que pensaba y para imponer una idea. Por lo tanto, periodismo de izquierda, de derecha o combativo, desde el punto de vista político, existió siempre. Yo nunca vi un diario que no fuera político. Lo que ha cambiado es el tratamiento de la información. A partir de la Ley de medios, sobre todo, se instaló un tipo de periodismo que, desde su servicio a las corporaciones y por el hecho de ser en sí mismo corporaciones, tiene un tratamiento de la información completamente sesgado porque trata de obtener un rédito de la información. Entonces, ya no es una cuestión de que sea un diario de derecha como La Nación o uno de izquierda como Página/12; diarios que uno lee con prevención, sino que la cuestión es saber por qué un diario pone una determinada nota. Estamos hablando en un día en que La Nación tituló que hubo problemas con el gas y eso es mentira, porque de lo que se trata es de tirar la red para ver qué resultados genera entre tanta gente que, eventualmente, pudo haber tenido problemas con el gas por la ola de frío. Pero hoy se desmintió todo por el Enargas. Ese es el cambio: la noticia que es una mentira. Ayer se mintió sobre el Ministerio de Transporte, que maneja Florencio Randazzo, sobre el precio del transporte. Es decir, se miente sobre cosas que son comprobables.

El cambio fundamental y dramático que tenemos en el periodismo es la mentira y la visión sesgada, no lo que piensan. Y esto ocurre porque esos medios periodísticos, los que llamamos dominantes, se han convertido en defensores de sus propios intereses: avanzaron sobre tanto (canales de televisión, diarios, el papel) que luego, cuando hay una tirantez de intereses con el Estado, se crispan de una manera violenta y lo único que puede aliviarlos es la caída brutal del gobierno. En eso están. Creo que existe una decisión plena de acabar con este gobierno, y que de ahí surge el periodismo que se está haciendo. Aquello no es periodismo, porque eso es un periodismo interesado que está manejando las cosas con el objetivo de enloquecer, enceguecer y envenenar a toda la sociedad. El resultado que esperan es la caída del gobierno; es lo único que aliviaría su pretensión de mantener lo que tienen. Cuando se gobierna de acuerdo a lo establecido da lo mismo el candidato, cualquiera de los que integran la oposición podría ser presidente, así sea mediocre, no importa. Simplemente tiene que ordenar un poco las cuentas y tomar alguna decisión, como si fuera un organismo, porque el resto ya está establecido. Va dictado casi. Puede cometer errores, pero en realidad nunca cambia nada, todo queda como está. Pero también están los que luchan contra lo establecido; esos son completamente distintos. Y en eso estamos un poco ahora, también.

-Tiempo atrás, los diarios eran la primera versión de los hechos, eran material de consulta en las hemerotecas para cualquier investigación. ¿Qué pasa si dentro de cincuenta años se quiere analizar al kirchnerismo y se consultan diarios en los que se perfila la realidad de dos países tan contrapuestos?

-Siempre desconfié de la historia: cuando te cuentan las hazañas de Julio César, o sobre Robespierre durante la Revolución Francesa. Todas esas lecturas tienen también la fuerte impronta de la visión del momento, que es la que después perdura. Alguna lectura le gana a otra. De hecho, nosotros vivimos en sociedades en América Latina construidas hace más de un siglo. Entre 1830 y 1880 se construyó la Argentina de hoy: se la hizo liberal, se estableció todo lo que se habían robado las clases dominantes y se las protegió con la seguridad jurídica, se definió cuáles eran los parámetros de iglesia, orden, liberalismo, libertad de bienes, libertades individuales. Eso lo blindaron. Alguien muy poderoso como Bartolomé Mitre blindó la historia. Dijo "Rosas es malo", "Dorrego es malo", "Artigas es malo"... Trabajosamente, durante las últimas décadas -sobre todo en esta última- se ha podido reconstruir un poco la verdad histórica de ese período. Yo creo que Rosas no es el mismo de hace quince o veinte años. Pero eso es lo que hicieron, esto es una sociedad organizada. Por ejemplo, Italia se pasa meses sin gobierno y sigue funcionando sin ningún problema. Acá hay que luchar contra lo establecido; por supuesto que hay mucho para cambiar. Los que no cambian nada son los que manejan el país de acuerdo a los parámetros establecidos que cedieron y blindaron hacia 1880 y dijeron: "Esta es la Argentina, esta es la historia".

-¿Ese es el país que pretende Clarín? ¿Ese es "el lado Magnetto de la vida", como definiste alguna vez?

-Es el lado de una moral establecida, una moral en la que lo privado, lo obtenido -ya no importa cómo-, se aplica de acuerdo a una seguridad jurídica, a códigos que muchas veces llegan a ser estrictamente mafiosos, como en el caso de Héctor Magnetto. Hacen una defensa a ultranza de lo conseguido y no importa cómo, por eso no quieren discutir cómo se adueñaron de Papel Prensa, o cómo son dueños de trescientos medios de comunicación, de tantos canales de televisión. Cuando se los quieren tocar, saltan para arriba. El lado Magnetto de la vida es donde todo es ventaja para las corporaciones, ventaja para las personas que tienen más, para los que establecen un dominio que viene del fondo de la historia, un control del país sin importar si lo consiguieron a través de militares, de asesinatos, de muertes, de persecuciones. Pero eso no se puede tocar. Esta posibilidad de tocarlo y discutirlo ahora es lo que tiene al país desquiciado en esta discusión.

Leyes positivas y negativas

-Dentro de esta polarización de medios, y hablando de los medios oficialistas o simpatizantes de la gestión del gobierno, ¿hay lugar para la crítica?

-Yo tengo las mías, que no son modestas. Ahora, la Ley antiterrorista es una ley hecha a pedido de un poder internacional contra el que... es verdad que no se puede con ellos porque son muy poderosos. Si no, te desquician el país con sus denuncias, con tribunales internacionales, con los organismos que viven emitiendo comentarios y acusaciones que después son protegidas por los medios liberales aquí. Lo que pasó con la OEA, por ejemplo, hace unos días. Frente a ese poder internacional, el gobierno reaccionó concediendo la Ley antiterrorista, que tiene algún aspecto positivo. Pero en líneas generales, esa Ley es de temer, para este gobierno y muchísimo más para un gobierno neoliberal. La ley de ART me parece que es darle la espalda al trabajador. Darle la espalda en lo que es el mano a mano con el trabajador. Y la disposición de las empresas a dar una parte de sus ganancias, en eso estoy de acuerdo con Hugo Moyano en que tiene que ser por Ley, o por decreto, y no por la buena voluntad de quienes jamás la han tenido ni la van a tener. También considero que un gobierno que se pretende de izquierda, que tiene a una mujer como Presidenta, no puede haberse pasado diez años sin haber tratado seriamente y en profundidad una Ley de despenalización del aborto. Y así sucesivamente, aparecen temas con los cuales podés tener discrepancias con el gobierno. Yo por lo menos las expreso. Esto mismo lo dije en una entrevista que me hicieron en Canal 7. Quiere decir que se puede convivir perfectamente con la crítica, cuando va desde un lugar de buena fe y desde un reconocimiento general de las cosas positivas. Supongo que eso es lo que habilita; no puede ser de otra manera. Yo tuve una visión crítica, pero en un momento en que el gobierno estaba pegado a Clarín, en el comienzo de su gestión. A mí me parecía que eso era participar de una cosa mafiosa. Tengo desde hace más de veinte años un criterio unidireccionado en mi manera de mirar a los medios de comunicación, sobre todo por lo que ha significado Clarín. Yo tenía críticas con el gobierno, pero también tenía lógica. No podía ser al revés. ¿Y qué cosas vi bien de este gobierno? La Ley de la estatización de las AFJP, el pago de la deuda al FMI, la lucha por la soberanía que estaba empezando a dar, la lucha por los derechos humanos. Aparecía como negativa esa cercanía que tenía el gobierno con las corporaciones, que todavía se mantiene. No todas las corporaciones ni todos los monopolios han sido verdaderamente atacados aún por el gobierno. Tiempo al tiempo, no se puede desmontar algo tan armado, como lo que era esta sociedad, para montar otra cosa en pocos años. Se necesitan, en América Latina en general, gobiernos de unos veinte o veinticinco años para hacer contrapeso a los doscientos años de manejos liberales que nos han costado ser la región del mundo más desigual, con mayor incultura y una de las de mayor mortalidad infantil. Una desigualdad tremenda de las clases sociales, instalada desde que se construyeron estos países.

(La nota completa en Sudestada Nª 119, junio de 2013)

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Autor

Nadia Fink e Ignacio Portela