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Editorial

Naufragio de la costra política

Peor que la corrupción, peor que la transa politiquera y el negociado turbio, peor que la compra de voluntades y el clientelismo, peor aún que el oportunismo, la hipocresía, el doble discurso, la manipulación. Peor que todo eso es la ineptitud. Como nunca antes desde diciembre de 2001, las inundaciones que azotaron una porción de la provincia de Buenos Aires y la capital porteña, dejaron al desnudo la realidad: la costra político-burocrática que hoy ocupa lugares hegemónicos en el aparato estatal carece de decisión y capacidad para prever contingencias que afecten directamente a los sectores más humildes, pero además es incompetente a la hora de la reacción: siempre tarde y mal, procurando capitalizar cualquier gesto para su propio beneficio, no tiene reflejos y ha perdido el sentido común por el camino. ¿Qué respuesta pueden generar estos políticos de la costra si jamás han viajado en colectivo o en tren a las 8 de la mañana? ¿Qué medidas preventivas pueden esperarse si nunca padecieron la desesperación de perderlo todo porque el agua sube, y no hay manera de detenerla? ¿Qué discurso sensato pueden articular si jamás fueron explotados en una fábrica, si nunca contaron las monedas en el almacén, si desconocen lo que significa el miedo en las barriadas por la presencia policial?

Una de las consignas emblemáticas de las jornadas de 2001 fue aquel: "Que se vayan todos". No es novedad afirmar que, más de una década más tarde, no sólo no se fue ninguno, sino que amplificaron su radio de inserción. Hasta montaron fábricas de dirigentes jóvenes clonados a su imagen y semejanza: hábiles para la rosca y para el patoteo ante los micrófonos, pero incapaces de aportar una solución concreta. Expandieron la propaganda servil y acrítica entre sus empleados de prensa, que ahora se acomodan en ese discurso justificatorio que no puede disimular la incomodidad ante el más mínimo cuestionamiento porque pone en riesgo su fuente de ingresos. Esa misma estructura de propaganda que tiene su fórmula para refutar denuncias de corrupción (armadas por ineptos, pero opositores), pero que ni sabe de qué forma abordar un tema como, por ejemplo, las escuchas difundidas entre el instigador del asesinato de Mariano Ferreyra y el ministro de Trabajo. El audio, un diálogo canallesco entre dos amigotes apenas tres meses después del crimen de un pibe que todavía intentan manipular, es quizá la expresión más repugnante de esta costra político-burocrática que hoy queda al desnudo. Ahí están, hábiles para la sanata y el rosqueo, especialistas en pactar en las sombras con nefastos sindicalistas o con patrones del agronegocio, pero ineptos para resolver las demandas mínimas de una población que no termina de creer lo que sucede.

Esa imagen, el agua creciendo, la desesperación, el miedo, la soledad, los vecinos apelando a la solidaridad horizontal como norma común, la desidia de un Estado que se preocupa sólo por manipular la cifra de muertos, quizá permita comprender que ya no se trata de nombres o de partidos. Quizá sea tiempo de preguntarse si la hora de la costra ha terminado, si no es el momento de construir nuevas estructuras, de potenciar liderazgos ligados estrechamente a lo popular, de perseguir la unidad hasta edificar una alternativa real, de defender un proyecto que no use a los trabajadores, si no que crezca con ellos. En definitiva, si no habrá llegado el día de rascarse esta costra inepta y antipopular, para empezar a escribir nuestra propia historia.

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.