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Malditos

Jack Kerouac

La ruta tiene vaivenes, subidas y bajadas, apenas el rumor de autos lejanos y un trasfondo de árboles, cielo y aire puro. Alguien camina a su lado, como otras veces lo hizo, buscando, en un último intento, ese lugar, o ese estado de ánimo, que persiguió durante años. Jack Kerouac enfila hacia Big Sur, en California, lugar de acantilados y mar que la generación beat eligió como uno de sus páramos.

Todavía se lo puede ver: un cuerpo formado en una juventud de deportista, la mirada un poco caída y nostálgica que, en más de una oportunidad, se transformó en ojos brillantes y profundos en medio de delirios nocturnos e interminables. Y también, a lo lejos, se pueden oler las ideas y los párrafos escritos de forma demencial -como las melodías de jazz- que Kerouac dibujó en toda su vida.

Nacido en el poblado estadounidense de Lowell en 1922, Kerouac se convirtió en uno de los iconos de la cultura beatnik, pero su figura no quedó petrificada en un tiempo que, hoy en día, los grandes medios muestran como un momento de "locura hippie". Kerouac, que falleció en medio de un delirium tremens por su alcoholismo en 1969, escribió un conjunto de novelas que retrató sin fisura a una generación y a la sociedad con la que convivió.
Autobiográficos, descarnados y melancólicos, sus libros se siguen leyendo como una aproximación a la cultura estadounidense, la forma de vida de una sociedad en permanente decadencia, pero también como una radiografía de un grupo de personas que buscó otro modo de transitar el mundo. Desde intelectuales de la izquierda radical hasta budistas escondidos en las montañas, pasando por locos, drogadictos, artistas de vanguardia y happenings que duraban varios días entre cabañas campestres, ciudades luminosas, clubes de jazz y calles nocturnas; todas imágenes plasmadas en las páginas de sus libros.

A los 17 años, Kerouac comenzó con la escritura, influenciado por Ernest Hemingway, Jack London y, posteriormente, Tom Wolf, al que llegaría a considerar su maestro. Aunque en 1940 ingresó a la Universidad de Columbia, Nueva York, en la cual se consagró como jugador de fútbol americano, abandonó los estudios para apostar por el Ejército. Ante la imposibilidad de pertenecer a las Fuerzas Armadas, sus primeros años trascurrieron como marino mercante, surcando el mar e iniciando uno de sus tantos caminos recorridos que también lo llevaron a trabajar como ferroviario y guardabosques.
Con el paso del tiempo, Kerouac trabaría amistad con Neal Cassidy, protagonista de varias de sus novelas, amigo y compañero de viajes y juergas, espejo donde siempre se quiso ver y amante ocasional. En el frenesí de sus días, además, estarían presentes William Burroughs y Allen Ginsberg, al cual le regalaría el título de Aullido para su principal obra poética.

La nota completa en la edición marzo 2013 - Sudestada nº 116

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Autor

Leandro Albani